Campeón de la Champions y la Premier League en una misma temporada con tan sólo 23 años. Estrella indiscutible de su selección y dueño intratable de la banda izquierda. Todas las miradas puestas en él, en el hombre por el que el Madrid está, supuestamente, dispuesto a pagar 90 millones de euros. El que mete a 12.000 personas en un entrenamiento. Tenía que ser la Eurocopa de Ronaldo, la de su consagración dándole un título a Portugal que no le ha podido otorgar una generación tan brillante como la comandada por Figo, del que ha sido sucesor por herencia directa. Pero, Schweinsteiger le robó el papel de protagonista en su película, su banda y el que debía ser su torneo.

Ronaldo fue todo el partido un reflejo de lo que fue en la última jugada del encuentro. Más un nombre que un jugador. Portugal atacaba desesperada y él, el superclase, recibía un balón colgado pegado a la línea de fondo dentro del área, en la parte izquierda del ataque. Era su oportunidad. En frente estaba un tronco como Mertesacker, pero no se atrevió a romperlo. Tuvo miedo, como en el penalti que falló en la final de la Champions. Buscó el centro raso que murió en los pies de Metzelder, y con su despeje, se fue el partido y llegó la eliminación.

Ya había precedentes. Sin ir más lejos, en el mundial de Alemania, Ronaldinho tenía al mundo a sus pies. Todo era exactamente igual. Hasta el nombre, y al igual que el brasileño, Ronaldo terminará viendo la final desde su casa.

El alemán hizo todo para lo que estaba destinado el abanderado del jogo bonito con la eficacia que se le presupone a un germano, que encima no se olvida de defender y ayudar a su lateral. Abrió el marcador, llevó peligro por la derecha y puso los centros en el segundo y el tercer gol que metían a Alemania en la semifinal. Y de premio, cambio, ovación y semifinales. Sí, es mucho más feo, con un apellido que traducido significa el criador de cerdos y no juega de cara a la galería, pero ya está en semifinales.

El del Bayern le arrebató a Cristiano el guión desde el principio. El portugués, aislado en su banda izquierda, se ahogaba una y otra vez en los pies de Friedrich. Para colmo Deco volcaba el juego en la derecha para Simao. Si quería ser protagonista, lo intentaba por el centro, por donde buscaba disparo, pero sin suerte. Al menos fue un espectador de lujo del juego práctico de Schweinsteiger. Toda una lección de fútbol para el equipo. Muy participativo en la primera parte, buscando el uno contra uno contra Ferreira constantemente y paredes por el centro. Aguardando el remate, como en el primer gol. Poniendo centros medidos en las faltas que acababan en la red de Ricardo. Sólo un fogonazo de Ronaldo en el primer gol de Portugal hacia justicia a la temporada que ha firmado. Como en la final de Champions (en la que marcó de cabeza), una aparición crucial cuyo rechace recogía Gomes, que marcaba. Pero sólo fue un oasis.

En la segunda parte todo le salió mal. Tiraba las faltas en lugar de rematarlas con su potencial en el juego aéreo y desperdiciaba ataques con disparos lejanos que se perdían en la grada. No encaraba ni siquiera a los lentos centrales alemanes. Definitivamente se colocó como delantero centro cuando Scolari cambiaba a Gomes tras el tercero de Alemania, como no, a pase de Schweinsteiger, que enseñaba el camino a casa a los portugueses. Pero fue lo mismo. Portugal a la desesperada, él desaparecido. No era su día y lo pagó.

Miraba al cielo después de cada jugada, como en los diez minutos fatídicos tras su fallo en la tanda ante el Chelsea. Tal vez buscando que alguién le sacara de nuevo las castañas del fuego. Pero en esta ocasión no hubo suerte. La gloria fue para Schweinsteiger y él volvió a llorar sobre el césped. Esta vez para lamentarse por no haber dado la talla. Portugal se volvía a casa y él, que dijo que revelará su destino al término de la Eurocopa, no se sabe a donde volverá.