Cultura

Que el baile no cese, que la fiesta continúe

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La predisposición hace mucho, no se puede negar. Y para alguien que aprendió en séptimo curso a bailar el tema principal de Dirty Dancing, que actuó en un gran escenario y fue aplaudida casi como una estrella, la marca dejada es imborrable. Y eso condiciona claramente la forma de ver el musical que Lets Go trajo al Teatro Cervantes el pasado 12 de julio y que se podrá ver hasta este domingo. Pero no estaba ni mucho ni menos sola en mi admiración por la película. Los incondicionales éramos legión el pasado sábado. "Esto es como una reunión de frikis", dijo mi acompañante. La motivación era alta y el público, en mayor porcentaje femenino, se mostró entregado desde que se apagaron las luces del patio de butacas. Los aplausos se sucedieron continuamente, hubo silencio extremo en las escenas más sensuales, respeto en el drama y gritos de júbilo cuando Christian Sánchez y Eva Conde hicieron el famoso salto. No digamos cuando el protagonista regaló magníficas vistas de su anatomía...

Pero no sería justo juzgar el montaje sólo por las sensaciones que provocó nuevamente a las o los más fanáticos. El musical Dirty Dancing contiene muchos elementos para llegar y entretener a un público profano en la icónica cinta. Es ágil, los cambios de escenografía se suceden rápidamente, de forma tan fluida como los bailes de sus personajes. Es reivindicativo, más que el largometraje según recuerdo. Habla claramente de diferencias sociales y raciales, de prejuicios, de intolerancias, con una escena dedicada a Luther King. Es atrevido y plasma con la misma libertad los provocadores movimientos. Es divertido y tiene un momento en el que hace partícipe al auditorio. Está trabajado y es, indudablemente, romántico. Aunque de todo esto, quizás lo que más me gustó fue el final. Todos levantados de sus asientos, aplaudiendo y la música seguía, y la fiesta continuaba, y parecía que todos disfrutaban sobre el escenario tanto como abajo y que aquello no tendría fin. Dejó un sabor de boca muy grato, una sonrisa en la cara y la sensación de haber visto un buen espectáculo.

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