El otro partido

La dura penitencia de Manzano

  • El jiennense le dio un puntillazo a su crédito con decisiones muy difíciles de entender

Hoy es Domingo de Ramos y muchos sevillistas ya olvidaron desde el mismo instante del gol de Miku todo lo relacionado con el fútbol para centrarse en la fiesta grande de Sevilla. Sin embargo, en este tiempo de penitencia que se abre desde hoy, Gregorio Manzano comenzará a cumplir con la suya, que será muy, muy dura, según se colige de sus propias palabras. Él mismo reconoce un día tras otro que su sueño es quedarse en el Sevilla muchos años, que no llegó aquí para cobrar un sueldo e irse, que para ocho meses no hubiera cargado las alforjas de ilusión. Pero ayer, él mismo también, se encargó de darle un puntillazo a su crédito con sus decisiones, desde el sistema elegido y la elección de los futbolistas hasta la absoluta falta de determinación para hacer virar el peor partido que se recuerda del Sevilla.

¿Tanto pecó Manzano como para ser castigado con convertir su sueño en pesadilla? Bueno, no se trata aquí de ejercer de Torquemada sino de intentar analizar la realidad. Y la más pura realidad dicta que el Sevilla disparó ¡una sola vez a puerta!, al margen de un cabezazo muy mordido de Fazio ya con 1-0, ante el peor Getafe que se recuerda. Un Getafe al que resucitó Manzano igual que lo hizo en la primera vuelta, porque el moribundo equipo de Míchel llevaba nueve partidos sin ganar, nueve.

Ésta es la realidad objetiva. Siendo más subjetivos, se puede discernir por los hechos, y también por lo dicho por el técnico en la posterior rueda de prensa, que tiene el norte perdido, o que el único faro por el que de verdad se guía es Kanoute y sin el francés no hay paraíso posible para él. La penitencia de Manzano no será otra que su peor pesadilla, porque la Champions ya sí que se puede dar por perdida en el Sevilla, con el riesgo añadido de que pierda la Liga Europa a poco que el equipo también se pierda en la absoluta falta de identidad.

El todavía entrenador sevillista puso todo su ingenio y su empeño en ganar, porque él es el primero que sabe que la visa de la Champions es su única agarradera para seguir en Nervión. Pero se equivocó completamente.

En primer lugar, no se puede sacar de un día para otro, como el conejo de la chistera, un sistema que no se trabaja durante la semana. El 3-5-2 de ayer no se asemejó ni por asomo al que sirvió en la Copa ante el Villarreal. Ha pasado mucho tiempo desde aquello y nunca ha vuelto a probar con este esquema.

También se equivocó en disponer a Renato y a Rakitic por delante de Medel. El resultado fue una desconexión total de líneas. Ninguno encontró el sitio: el primero porque no juega nunca, y el segundo, porque se pierde si juega más adelantado, no se halla ahí.

Y otra cosa, la constatación de que la cantera no es lo suyo. Apostó por Rodri, sí, pero sacó a Luis Alberto muy tarde. Tal y como estaba el Sevilla jugando, lo lógico es que apostase por él tras el descanso. Y cabría preguntarle por qué ninguneó a Alfaro y Diego Capel. Cuando los sacó, para cambiar el sistema (y Alfaro no es extremo), era demasiado tarde como para que pudieran devolverle el favor con alguna acción que hiciese girar el partido. Un partido que pudo significar el definitivo adiós de Manzano a su sueño, un anhelo convertido en penitencia, en pesada cruz que cargará de aquí al 22 de mayo.

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