¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Las hecatombes del patrimonio de Sevilla

Sería necesario que los sevillanos tomásemos conciencia de estos expolios y de quiénes fueron sus responsables

Santa María la Blanca, una de las iglesias expoliadas.

Santa María la Blanca, una de las iglesias expoliadas. / DS

DURANTE mucho tiempos, don Enrique Valdiveso fue una voz que clamó en el desierto para recordarnos algo que seguimos sin asimilar del todo: durante la época napoleónica Sevilla fue víctima de un expolio de su patrimonio que nos colocó a la bajura de Egipto o Grecia. Y, en gran medida, ese despojamiento tuvo un nombre propio, el mariscal Soult, todavía considerado en Francia como un héroe, cuyos herederos subastaron el botín en 1852, de ahí que gran parte de estos cuadros se encuentren hoy desperdigados en museos europeos y norteamericanos. Como nos enseñó Balzac, detrás de cada gran fortuna hay un crimen.

Pero con ser cualitativamente muy grave, el expolio napoleónico no fue ni el único ni el peor que soportó Sevilla. Precisamente de esto, de las cuatro grandes hecatombes que sufrió el gran patrimonio pictórico y escultórico sevillano trata el documental Arte y leña que nos llega milagrosamente gracias a las redes sociales, esas fosas sépticas donde podemos encontrar auténticas rosas juanramonianas. Por Arte y leña, dirigido por Ismael Gutiérrez, desfilan las voces más autorizadas (Ignacio Cano, Benito Navarrete, Rocío Plaza, Valme Muñoz, el propio Valdivieso, Jesús Porres, etcétera) para explicarnos las causas y efectos de estas extinciones masivas del patrimonio sevillano. A saber: la época napoleónica, las desamortizaciones, La Gloriosa y la violencia anticatólica de inicios de la II República y la Guerra Civil.

Lejos de mí alimentar un espíritu de victimismo en la ciudad. Al igual que un hombre no puede evitar las cicatrices en el cuerpo y el alma, una ciudad no puede ser milenaria sin una historia plagada de desastres y amarguras. Viena, Jerusalén, Roma, Londres o la misma París (gran beneficiaria del expolio español) saben de lo que hablo. Pero sí sería necesario que los sevillanos tomásemos conciencia de estos expolios y de quiénes fueron sus responsables (militares franceses, marchantes sin escrúpulos, funcionarios corruptos, militantes de la utopía...). Sin jeremiadas, pero sí con memoria. Los más optimistas dicen que los grandes expolios del siglo XIX sirvieron para que en Europa se empezase a valorar el arte español y, especialmente el andaluz (Zurbarán, Alonso Cano, Roelas... y, sobre todo, Murillo), que es como afirmar que la II Guerra Mundial sirvió para que los generales apreciasen la utilidad del tanque como arma ofensiva. Demos la vuelta a la tortilla: ¿por qué no aprovechar el fenómeno turístico para concienciar a todos del robo masivo al que fue sometido nuestra ciudad? Que nadie salga de la Caridad o Santa María la Blanca sin saber que a Sevilla le faltan algunas de sus grades obras de arte, porque fueron robadas y algunas, incluso, hoy día pertenecen al Estado.

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