Nunca se ha degradado tanto un cargo como la vicepresidencia del Gobierno como con Pablo Iglesias.

Arrimadas ha hecho el ridículo, comienza un espectáculo lamentable del que la política en general no sale bien parada.

Gracias, consejera, por cuidar de la calidad del aire en el Metro y no prometer imposibles como la carretera Huelva-Cádiz.

¡Menos mal que estaban todos concentrados en la lucha contra la pandemia! Todos hemos cambiado de vida, menos ellos.

El delegado del Gobierno en Madrid acierta al prohibir las manifestaciones del 8-M. Es sólo puro sentido común.

Pasamos de no vender alcohol destilado a partir de las seis de la tarde a permitir sobremesas hasta las nueve y media de la noche.

Manosean los nombres de los magistrados como si fueran masa de croquetas. Asistimos a un espectáculo bochornoso.

Menos mal que el presidente ha desactivado una fotografía que hubiera sido un despropósito: el canapé del 28-F en San Telmo.

No recordamos ya qué triste y carente de prosperidad era nuestra vida sin un Ministerio de Consumo que vela por nosotros.

Cultivaría el contacto con la calle, cuidaría Sevilla, donde la militancia está orillada, y me prepararía para batirme con Espadas.