Los sevillanos no tenemos nada que ver con lo que éramos hace 40 años, pero persisten lastres como el paro y la escasa o nula convergencia con el resto de España. El gran cambio ha sido el de la mujer: de sólo 17.000 a más de 230.000 universitarias en cuatro décadas. La provincia también se ha abierto al mundo: de 73.000 visitantes extranjeros que llegaban al Aeropuerto de San Pablo hemos pasado a 2,4 millones.

En total se firmaron 610 acuerdos laborales de enero a marzo. Los demandantes crecen más de un 10% respecto a 2018.

Un total de 471.217 turistas internacionales durmieron en la ciudad. La mayoría procede de Italia, Francia, Reino unido y Estados Unidos. Los visitantes nacionales que se alojaron en la capital fueron sólo 336.018.

Alemania y Francia son los principales países receptores de la población emigrante.

El año pasado se firmaron 2.927 altas, la cifra más destacada de la última década.

La afluencia de foráneos crece un 0,9% respecto a 2017. El gasto de los viajeros ascendió a 90.000 millones, un 3,1% más que el año anterior.

La monumentalidad, la gastronomía y sobre todo el clima hacen que las bodas internacionales ya se erijan en un nicho de mercado.

El número de residentes en el país se incrementa en 132.263 personas en un año, hasta los 46,65 millones de habitantes. Las principales nacionalidades de inmigrantes fueron la marroquí, la colombiana y la venezolana.

La media nacional, con 6,8 millones de visitantes foráneos, sufre la mayor caída desde diciembre de 2010.

La llegada de menos inmigrantes y su marcha voluntaria durante los años de la crisis económica explican la reducción de los expedientes de repatriación.