Andalucía

La mala del cuento estaba en casa

  • Los padres de Gabriel Cruz convivieron varios días con Quezada tras trasladarles sus sospechas la Guardia Civil

  • Los agentes trabajaron con la idea de que seguía vivo

Los especialistas de Criminalística de la Guardia Civil inspeccionan el lugar donde Ana Julia Quezada enterró el cadáver de Gabriel Cruz.

Los especialistas de Criminalística de la Guardia Civil inspeccionan el lugar donde Ana Julia Quezada enterró el cadáver de Gabriel Cruz. / Rafa González

Sábado 3 de marzo. Cuatro días de la desaparición de Gabriel Cruz. La Guardia Civil ya tenía sospechas fundadas sobre la posible autora del rapto. Era Ana Julia Quezada, pareja del padre del niño. Encontró la camiseta que Gabriel llevaba el día que se perdió su rastro a cuatro kilómetros de Las Hortichuelas. Fue junto a una depuradora. Los agentes pensaban que su objetivo era incriminar a su ex pareja, el hombre con el que llegó hace cinco años procedente de Burgos.

De hecho, la dominicana sugirió que su ex podría tener algo que ver con el secuestro. Pero la Guardia Civil no picó. Hablaron con Ángel Cruz, padre del pequeño, que trasladó a los agentes que él no vio la camiseta. Ana Julia se desvió justo antes de aparecer con la prenda. Es posible que la llevara guardada y la soltara entonces. Fue ahí cuando rastrearon en el pasado de Ana Julia y encontraron comportamientos y conductas que en muchos casos tenían un único fin, el económico. Ese fue el motivo por el que siempre se trabajó con la hipótesis de que Gabriel estaba vivo.

El viernes 9 de marzo, día de la concentración en la plaza almeriense de Puerta Purchena, Quezada llegó a decir: "Hoy no, por la concentración, pero mañana seguro que aparece". Eso le dio esperanzas a unos padres que por esas fechas ya sabían que la Guardia Civil la apuntaba como sospechosa. Ante miles de personas, todos los mensajes iban dirigidos a la dominicana: "Tenemos la esperanza más encendida que nunca y por ello apelamos al corazón de quien lo pueda tener para rogarle que, por favor, se ponga en su piel y entienda que Gabriel no tiene que pasar por esta situación tan amarga", lloraba Ángel. "A los que lo tengan, si me estáis oyendo, por favor, soltadlo, tiene que estar con nosotros", explicaba Patricia, la madre.

Los padres interpretaron un papel para intentar salvar a su hijo. Ángel convivió con la mujer que supuestamente había raptado a su hijo días antes. Y Patricia tuvo que compartir muchos momentos a su lado. Y no podían flaquear porque la investigación dependía de ello. Los agentes pidieron a la familia que dejara actuar a Ana Julia, que no pusieran oposición alguna y la permitieran moverse libremente.

Aunque durante días la búsqueda se centró en la depuradora cercana a Las Negras, o ese fue el mensaje lanzado por la Guardia Civil para despistar, la investigación estaba ya enfocada directamente a Quezada. Por eso, ella tuvo que volver a prestar declaración. Y fue ahí donde comenzaron los nervios, porque hasta entonces se había movido como pez en el agua. Participaba en entrevistas televisivas y batidas. Nunca tuvo reparo en prestase a los medios de comunicación. En definitiva, su presencia pública era notoria.

Pero la Guardia Civil le lanzó varios anzuelos. Hasta que el domingo 11 de marzo Ana Julia condujo su automóvil hasta Rodalquilar. Allí, junto al aljibe, estaba el cuerpo de Gabriel. Lo desenterró, lo metió en el maletero y lo llevó a su vivienda de Vícar. Antes de entrar a la cochera, la Guardia Civil la interceptó. El pequeño había pasado 12 días en el mismo sitio. Ana Julia confesó que lo enterró el mismo día en que desapareció. Según su versión, discutieron, ella lo golpeó fortuitamente con un hacha con la que forcejearon y luego lo axfisió. La Guardia Civil no había registrado esa finca. Gabriel estaba enterrado bajo tierra, piedras y elementos decorativos de jardinería.

El lunes 12 de marzo, Ana fue trasladada a la finca y a su vivienda en Vícar. No colaboró... hasta que al día siguiente se derrumbó y confesó, aunque esgrimiendo que fue el niño quien intentó agredirla con un hacha tras discutir. Pero su declaración no fue creída por la Guardia Civil ni por el juez, que dictó prisión incondicional para la acusada y le imputa los delitos de asesinato, de detención ilegal y contra la integridad moral.

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