nueva etapa | la sucesión en el monumento nazarí

Los retos de la nueva Alhambra

  • El Atrio, la modificación del sistema de entrada y, sobre todo, la gestión de la crisis derivada del caso de las audioguías marcarán los comienzos del sucesor de Mar Villafranca

Pase lo que pase mañana en el Pleno del Patronato, haya consenso o no sobre la figura del nuevo director, está claro que la Alhambra será ya otra Alhambra. La profunda identificación del monumento nazarí con sus gestores (primero, Mateo Revilla y, después, Mar Villafranca) hace inevitable pensar que a partir de mañana se abrirá una nueva era, una nueva etapa que será juzgada por la capacidad del nuevo director de asumir y resolver los grandes retos que tiene por delante.

Porque el sucesor de Mar Villafranca no sólo debe hacer frente a la normalización de la imagen de la Alhambra tras un escándalo que ha dado la vuelta a España y que ha saltado incluso las fronteras nacionales (los diarios británicos The Times o The Guardian se hicieron eco de la noticia de la detención y la renuncia de la ex directora de la Alhambra), sino que deberá dar solución a los dos grandes frentes abiertos del monumento: el polémico proyecto del Atrio y la adaptación del sistema de venta de entradas, que Villafranca dejó inacabada.

Los nuevos accesos de entrada a la Alhambra, que han sido objeto de una encarnizada batalla política liderada por el Ayuntamiento de Granada y secundada por asociaciones culturales como el Centro Artístico, es quizá el mayor dolor de cabeza que tendrá que afrontar quien dirija a partir de ahora los pasos del monumento. El Atrio, una propuesta de los arquitectos Álvaro Siza y Juan Domingo Pérez que se erigió como ganadora en el Concurso Internacional de ideas que la Alhambra convocó en el año 2010 para diseñar su nuevo pabellón de acceso y centro de acogida e información de visitantes, se ha encontrado, cuatro años más tarde, con el que parece un obstáculo insalvable: lo que empezó siendo una polémica política se ha trasladado eficazmente a los ciudadanos, que en muchos casos se cuestionan si invertir 45 millones de euros en este macroproyecto es lo más conveniente.

De ahí que el nuevo director de la Alhambra deba decidir si sigue adelante con el proyecto de mayor envergadura de la historia del monumento -la reforma integral del Patio de los Leones, por ejemplo, contó con un presupuesto de apenas dos millones de euros- y transformar los 21.000 metros cuadrados tal y como estaba previsto, asumiendo un comienzo accidentado al frente del monumento; o si intenta llegar a puntos de encuentro que calmen las aguas y saquen a la Alhambra del centro de todos los debates políticos.

En materia turística, el nuevo equipo que se encargue de la dirección de la Alhambra también tendrá que concretar la propuesta de modificación del sistema de venta de entradas, pensada para adaptarse a las necesidades de los touroperadores locales después de las continuas reclamaciones de los empresarios turísticos. En teoría, a principios del mes de julio debería haber entrado en vigor ese nuevo sistema, pero los cambios en la Consejería de Cultura primero, y las polémicas policiales y judiciales después, han impedido incluso que la Alhambra trasladara a los empresarios en qué consisten esos cambios. El presidente de la Federación de Empresas de Hostelería y Turismo, Trinitario Betoret, reconoció la "voluntad" de Mar Villafranca de solucionar este histórico problema, ya que bajo su mandato se estableció la Mesa de Turismo, una vía de diálogo sobre las necesidades del sector que confía en que continúe funcionando en esta nueva etapa del monumento.

Eso, de puertas para afuera, porque de puertas para adentro el nuevo director tiene trabajo por delante. Empezando por la mejora de las relaciones con la plantilla -en esta última etapa las desavenencias entre los trabajadores y Villafranca han sido notables, especialmente después de que se destapara el caso Alhambra- y continuando por ordenar un mapa de subcontrataciones y adjudicaciones que, ahora más que nunca, con el escándalo de las audioguías y las sospechas de la Fiscalía sobre una empresa familiar relacionada con José María Visedo, están bajo lupa.

Obviamente, al sucesor de Villafranca también le tocará tragar con los dos casos judiciales en los que está envuelto el monumento. Después de diez años de investigación, el caso Alhambra está cada vez más cerca de ser sometido, por fin, a juicio. En menos de un año, antes del verano de 2016, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial podría comenzar a celebrar las sesiones de un juicio -destapado por la propia Villafranca- en el que hay 50 acusados. Menos tiempo habrá que esperar para saber si el Juzgado de Instrucción 4 de Granada admite la querella de la Fiscalía Provincial contra la ex directora de la Alhambra y otros tres altos cargos del Patronato que sí siguen en sus puestos por las irregularidades en la adjudicación del servicio de audioguías. Aunque ninguno de estos dos casos afecte de lleno al nuevo director, qué duda cabe de que se encontrará en primera línea de fuego y de que el monumento se someterá, de nuevo, a una mala campaña difícil de contrarrestar.

Por abrupta que haya sido la salida de Mar Villafranca del Patronato de la Alhambra y el Generalife, a nadie se le escapa que otro de los grandes retos de su sucesor será estar a la altura de su gestión cultural y patrimonial, que con pocos detractores cuenta en una ciudad acostumbrada a cargar contra todos y contra todo. Villafranca se ha marchado de la Alhambra con un currículum en el que destacan la reforma del Patio de los Leones, las mayores cifras turísticas de la historia del monumento, la implantación del proyecto Dobla de Oro, el acercamiento a la ciudad con itinerarios alternativos y jornadas de puertas abiertas o la organización de grandes exposiciones culturales con poca competencia en la ciudad.

Mañana, menos de una semana después de la renuncia de Villafranca, la Consejería desvelará por fin en el Pleno del Patronato quién llevará las riendas del monumento en una de sus más profundas crisis institucionales.

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