tiempos modernos

Bernardo / Díaz Nosty

La mayoría menguante

CON la salida de Zapatero de la escena, su partido pasa por un momento especialmente delicado, como no se recuerda otro. Muy escaso en aquellos valores que los viejos socialistas llamaban "la idea", se cubre con más marketing que ideología, con más sentencias breves que discurso. Errático, sin banquillo de suplencias, rehuye una y otra vez la autocrítica.

Zapatero, el meritorio que buscó asiento en la "G" de los 20 grandes -¡qué poco dura la alegría en la casa del pobre!-, el primero en el riesgo de las pasos efectistas al frente, apaga su estrella entregándole tácitamente el testigo al rival -"Con Rajoy, sí"-, y abandona a Rubalcaba, que nunca fue su candidato a sucederle. El problema no es tanto conocer el ganador de las elecciones de noviembre como saber quién conducirá el Partido Socialista en el frío invierno que se le avecina, y con qué combustible se combatirá la hipotermia de los náufragos. Porque se corre el riesgo de la desbandada general.

Rubalcaba, el mejor de los candidatos posibles, parece un alma en pena. Desasistido, su calidad política le permite gobernar la crisis personal con dignidad, pero no puede evitar que se perciba la soledad dramática que enfría su apuesta. Junto a Rubalcaba hay actuantes, decorados de aplaudidores, pero le falta el acompañamiento, la consistencia de un equipo, el respaldo de las grandes ocasiones. Y no vale decir que aún es pronto para mostrar las cartas, porque si algo le falta al candidato es tiempo.

El 20 de noviembre, de madrugada, se moverán las fichas y habrá quien desee enterrar al perdedor, siempre y cuando se verifique la hipótesis electoral que sugieren las encuestas. Probablemente será otra voz, experimentada en dar órdenes, la que mande "¡firmes!". Pero es poco probable que la resistencia de los materiales aguante otra vuelta de tuerca, otra escenificación de las luchas de poder después de años de abandono de "la idea" y cultivo de la pasarela mediática...

Si no hay debate ni autocrítica a fondo, en la dirección de refundar el partido de la mayoría social, las consecuencias pueden ser imprevisibles. No sería extraño que se produjesen abandonos y escisiones, destinados a acomodar a quienes piensan que no basta con la rotación en el turno de partidos. Que es necesario algo más, mucho más. Por ejemplo, construir una alternativa ideológica para un escenario nuevo, donde la presión generacional es la levadura de la indignación. Rescuperar para la vida democrática el capital político dilapidado durante los últimos años, que explica en gran medida las paradojas de la mayoría menguante…

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