Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

La camisita

EL director de Recursos Humanos es el malo de la película. Es la válvula que regula que las cosas feas del personal no lleguen directamente a la linterna de la cúpula directiva, el mono de goma que le para los golpes al que manda de verdad. O paraba; porque una de las consecuencias de la crisis en las compañías de cierto tamaño es que este puesto se amortiza: pasaron de contratar y subir salarios a, en la fase mala, ser quienes reducían, echaban o abrían a los empleados de una forma u otra la puerta, para que se fueran por su propio pie cuando el miedo y la contracción empujaban a las compañías a ir soltando lastre para mantener el globo en el aire, desinflándose. Como una mantis religiosa tras hacer el amor mortal, moría él tras devorar empleados (la recurrencia del uso del genérico masculino es por respeto a la norma lingüística, pero también porque es un cargo típicamente ocupado por hombres).

Se trata de un puesto que por naturaleza suele ser también el de chamán organizativo, la vía por la que la personalidad de una compañía se instala en el organigrama y las relaciones laborales: los hay prepotentes, o fríos o calientes, y algunos habrá tan participativos, delegadores, dialogantes y empáticos como las empresas declaran públicamente ser. Aunque suele identificárselo más con almas implacables vestidas de bonito y de todo el nomencátor propio de su profesiograma fetén: motivación, liderazgo, empoderamiento, coaching, mentoring. A algunos, también con técnicas menos confesables, como espiar los movimientos del empleado por el rastro de su tarjeta de empresa o su email. Por no hablar del papanatismo disfrazado de prueba de selección, donde el chamán -en su supuesta sabiduría sobre la entraña neuronal y emocional de las personas- juega con luces, silencios, temperaturas, manchurrones de tinta y hasta palas de pescado. De todo hay.

Pero, a la postre, es el mono de goma, y tarde o temprano, en caso de repartirse leña, él está apuntado a muchas raciones extra. En Francia, que es mucha Francia en la defensa de los logros públicos o privados, el director Personal se puede ver como Camarón en una boda, con la camisa rota y el torso desnudo a las nueve de la mañana, pero repleto de gañafones y no de tinto. La imagen de Xavier Broseta, el director de RRHH de Air France, saltando una valla, es sintomática de lo duro que puede ser que tu función sea "la gente". Sobre todo cuando se la quiere poner masivamente de patitas en la calle.

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