Desde el Cervantes

josé Luis / pérez

Tarde te amé

CON una máxima agustiniana por delante, el Carnaval es como ese amor tardío que todos acabamos reconociendo. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? Esta fiesta es la pequeña joya que la ciudad guarda, convertida para una gran mayoría en una fiesta de disfraces que apenas ocupa un par de días.

Pero la realidad es otra diferente. Nadie, salvo quienes lo hacen posible, cuenta el mérito que tienen las fantasías de los Dioses, con una labor minuciosa para crear sus conjuntos. Tampoco el de las agrupaciones, que además crean letras, ritmos y parodias para simplemente convertir su trabajo en grandes actuaciones.

Es la ilusión de quienes llegan jóvenes y nuevos, gracias a la cantera de las murgas infantiles. Ya lo dije: admiro al grupo de los hermanos León, pues su juventud y empuje son garantía de futuro. Pero también es la experiencia que sabe tocar al corazón con su letra, como la comparsa de Alhaurín consiguió. Igualmente hay que alabar a cuantas agrupaciones se atreven a venir de fuera para poner difícil la tarea de decidir si siguen o no en el Concurso.

Quizás no todo sean luces, pues las noches en la calle pueden mejorar, hacerlas más familiares aún o diversificarlas para que todo el mundo disfrute y se haga partícipe de la fiesta, pero es indudable que, para los ojos de alguien que desconocía esta realidad, el veneno del tres por cuatro existe. Málaga tiene que apoyar su Carnaval y decirle que lo aprecia tanto como a la Semana Santa que en los primeros coletazos de primavera llegará.

Quien hace posible estas fiestas ama sus tradiciones. Es fácil sumarse al carro de lo que ya funciona, anotarse un tanto cuando el camino es fácil. Por eso los carnavaleros tienen mayor mérito. Reman a contracorriente y no dejan de pensar en ser mejores. Quizás sea esa labor la que consiga terminar de enamorar. Tarde te amé, querido Carnaval.

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