Político en cien días

Antonio Vargas Yáñez

Chicles

EL lenguaje es un chicle. Cuando las palabras no te salen del cuerpo, haces globos hasta que te explotan en la cara. En las noches de las votaciones, más de uno debería hacer suyo el proverbio árabe que invita a no romper el silencio con palabras menos bellas que éste. Pero esa noche, las despedidas a la francesa no son de recibo y hay más periodistas que taxistas que faciliten la huida.

La noche del domingo, arrancó con el análisis más acertado de todos. Para Iñigo Errejón, si esos iban a ser los resultado, los resultados eran malos. Su mandíbula desencajada dibujo en su cara una piragua que marcó la deriva de las posteriores declaraciones. Pablo Echenique lo ha resumido: no sabemos qué ha pasado. Su promesa de un "análisis científico" de los resultados no presagia nada bueno. Los dos partidos llamados a constituir una alianza de izquierda sólo coinciden en culpabilizarse mutuamente del ascenso del Partido Popular. Partido que ha pintado de azul toda España menos Cataluña, el País Vasco, ¡Sevilla, Huelva y Jaén! Todo un éxito para el PSOE de Andalucía. Después de quedar detrás del primero, saca pecho por haber quedado delante del tercero. Lo mínimo que se espera del segundo. Y es que es una trastada que el voto de la izquierda se fraccione mientras se une el de la derecha. Sobre todo cuando pierdes 80.000 de los 120.000 votos de los que ha perdido tu partido, y los Populares ganan 129.000 de los casi 700.000 que suben en el país. Quizás lo pertinente sería preguntarse por qué no han podido concentrar el voto de la izquierda, como ocurrió hasta 2011, o quizás eso no sea política.

Nacionalistas al margen, la derecha de los populares y Ciudadanos ha sumado más de once millones de votos. Dos más de los que suman la hipotética coalición de izquierda. Le pese a quien le pese, parece lógico que sean ellos quienes intenten gobernar, aunque las cuentas sólo salgan con el apoyo o la abstención de alguno de los otros partidos. La izquierda debería reflexionar sobre qué le pasa. Sobre cómo es posible que la alianza Unidos Podemos haya costado más de un millón de votos, y que el PSOE lleve perdiendo los suyos desde 2008, a la misma velocidad que se ha ido disolviendo el discurso socialdemócrata que construyó Europa. Superado el trauma inicial toca recomponer filas. Lo importante es defender las nuevas posiciones. Aunque para eso haya que tragarse el chicle o usarlo para pegarse a ellas.

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