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Cook: "En el Pionir siempre faltaban sillas"

  • El base relata sus experiencias en el escenario del partido de mañana durante su año en el Estrella Roja, eterno rival del Partizan, ante el que perdió en las seis ocasiones en las que se enfrentó

La capacidad de sorpresa de un hombre que creció en los playgrounds de Brooklyn no es muy amplia en asuntos baloncestísticos. Pero Omar Cook esboza una sonrisa cuando se le pide por un recuerdo de la Sala Pionir. "Después de cada partido de Euroliga del Partizan yo llegaba para entrenarme con mi equipo, el Estrella Roja, y siempre faltaban muchas sillas en las gradas. Pero no pocas, sino muchas. Allí lo comentaba con los compañeros. ¿Qué hacen con ellas? ¿Las rompen? ¿Las tiran? ¿Se las llevan a casa?", cuenta divertido el base del Unicaja, que mañana vivirá un encuentro curioso. En otros lares sería un detalle baladí, pero él jugó una temporada en el Estrella Roja, eterno rival del Partizan. El del Belgrado es acaso el derbi más caliente del continente. Sólo comparable quizá al Panathinaikos-Olympiacos o al Aris-PAOK. Y el pasado no se olvida en la capital serbia.

Cook sabe lo que le espera en el partido de mañana. "Creo que me respetan por los partidos que hice contra ellos la temporada pasada. Jugué duro y lo hice bien. Pero, obviamente, yo jugaba para el Estrella Roja y eso ellos no creo que lo perdonen. Supongo que me silbarán más aún que a los demás, pero lo asumo", relata el director de juego norteamericano, que se admira de la pasión con la que se vive allí el baloncesto: "Salíamos de entrenar a las 16:30, por ejemplo, y el Partizan jugaba a las 19:00 y ya había un montón de hinchas allí esperando para entrar en el Pionir. La verdad es que viven el baloncesto con una intensidad diferente, superior. La atmósfera es buena para jugar, creo que sí. Hay muchos ruidos y gritos, pero a un jugador le gusta hacerlo en ese ambiente. Es una manera de motivarse más".

La importancia del partido de Belgrado es sobresaliente, más aún para Cook, que sólo sabe lo que es perder ante el Partizan. "El año pasado jugué seis veces contra ellos y en las seis ocasiones perdí, así que tenga muchas ganas de ir para allá y ganar. Sería muy importante para nosotros y para mí una satisfacción". Sus números en los encuentros con el Partizan, divididos entre la Liga Adriática y la serbia, fueron excelentes, con más de 20 puntos y cinco asistencias por encuentro. El recuerdo de Cook sobre los rivales es el de un bloque granítico, aunque admite que la intensidad con la que se emplean en la Euroliga es superior. "Ellos son duros, juegan con tensión durante los 40 minutos y tienen un gran entrenador. Nunca he jugado con ellos a nivel Euroliga, siempre lo hice en otras competiciones. Y creo que es diferente, tanto por el equipo como por el ambiente del pabellón. Les veía por televisión y creo que juegan con una intensidad superior. Hay que valorar lo que hacen. El año pasado metió al equipo entre los ocho mejores eliminando al Panathinaikos. Cada año se le marchan uno, dos o tres jugadores a otros equipos de Europa, como pasó con Pekovic, jugador importantísimo. Y ahí están otra vez, dominan en la Liga Adriática y están en el Top 16".

Cook conoce bien al entrenador del Partizan, Dusko Vujosevic. En verano le dirige con la selección de Montenegro. "Es duro, exige siempre los 40 minutos. El problema es que él no habla inglés y yo no hablo serbio y era complicado comunicarnos, siempre pendiente de un traductor. Hablamos sobre la oportunidad de jugar con Montenegro. Le gustaba mi juego por las veces que nos enfrentamos. Ellos me dijeron que necesitaban un jugador en la posición de base como yo y a mí me atrajo bastante la idea. Era una buena opción personal y profesional", comenta Cook, que tiene un grato recuerdo de Belgrado por razones espirituales. Su hija Omaira, que recientemente cumplió un año, nació allí. En su día su valoró como un gran gesto por su parte en Serbia porque normalmente los jugadores americanos preferían que su hijo naciera en su país.

Ahora, ya asentado, Cook ofrece su mejor nivel en Málaga. "Cuando llegué me fue difícil, lo hice tarde, tenía muchas cosas en la que pensar y que aprender. Aíto me pidió que necesitaba que yo anotara, que no sólo dirigiera. Que si tenía un tiro claro y no lo hacía perjudicaba al equipo", relata el base. Y no le va nada mal.

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