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La Eurocopa vengativa

EL antiguo Prater de Viena, ahora Ernst Happel, es uno de los estadios más atractivos de Europa y un escenario magnífico para que España rompa maleficios. Italia, católica que no beata, se encomienda al supuesto mal de ojo que un tal San Paulino nos ha endilgado y a la paura, el miedo. Pero la Roja ya no es entrenada por timorato Sáez, tan creyente como mal técnico, y los nuestros ya cazan menos ovnis cuando suena el himno patrio.

Además, el Prater trae buenos recuerdos. Un primero de abril de 1987, España venció con uno menos a una mejor Austria gracias a una cabalgada postrera de Lobo Carrasco. Aquel gol valdría la clasificación a la Roja del mítico Miguel Muñoz, y de la primera Quinta del Buitre, para la Eurocopa que se disputaría en Alemania. Donadoni tiene su santo, Luis el escenario.

Estos días nos hemos entretenido con la actitud paternal del Sabio con Tarzán Ramos, a quien la juventud le sale por los poros. Fogueo previo que ni quema, ni debilita. La venganza es una palabra que ha aparecido estos días, el recuerdo de Luis Enrique sangrante en la derrota más dolorosa, resurge en la memoria de nuestros estómagos, que esos no olvidan. Catorce años se han diluido y el plato se debe haber enfriado lo suficiente, ahora somos menos equipo pero tenemos mejores armas, la azzurra es la misma que viste y calza.

El día de Van Basten

Hoy la competitividad de los nuestros debe aflorar, Íker mostrar su halo, la defensa apretar los dientes y levantar los escudos. Xavi, en su día, tiene que echarse el equipo a los hombros y surtir a nuestros sedientos niños, Villa y Torres, que también huelen la paura. El faro Toni y la picardía de Cassano di Bari, el mediocampo percutor y el largo Buffon, son los poderes de un Donadoni al que le falta el cerebro y medio alma, Pirlo y Gattuso. La suerte está echada y ya espera Rusia.

Ayer fue día de celebraciones. Se cumplían veinte años de la final del triunfo de Holanda en el Euro alemán, precisamente ante los rusos, en la eclosión de Van Basten y el regreso oranje una década después. Más de 150 mil holandeses peregrinaron a Basilea y no precisamente para visitar la tumba de Erasmo. El fervor naranja que invade Suiza este mes de junio se daba cita en Sankt Jakob para aguardar a la horda rusa.

Y es que el holandés apenas tiene apego a su tricolor bandera, de hecho son escasas las fechas en las que se pasea y casi todas relacionadas con la II Guerra Mundial. Porque ese conjunto de países unidos, siete en su origen, uno de ellos Holanda, se une entorno a la bandera de la Casa Orange-Nassau, la oranje.

La Rusia de Hiddink echaba un pulso sin miedos a los bátavos. Rusos infantes dos décadas después de la dolorosa derrota en Múnich, en la despedida soviética del fútbol internacional. Ayer, el que eclosionó fue Igor Arshavin que dio una exhibición para acabar con la peregrinación naranja.

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