El futuro de iu La dimisión del coordinador general deja en el aire el liderazgo de la federación

Lanzando golpes al vacío

  • Llamazares lo ha intentado todo para reflotar a Izquierda Unida pero ha sucumbido víctima del rodillo bipartidista y de un perfil a veces demasiado próximo al PSOE

Igual que los boxeadores que pelean contra una adversario imaginario, lanzando golpes al vacío. Así ha sido la lucha de Gaspar Llamazares durante estos ocho años como coordinador general de Izquierda Unida, la "mejor etapa" de su vida, según admite, aunque se cierre con una dimisión a destiempo y con los peores resultados electorales de la federación -apenas un escaño más el conseguido en Cataluña por sus socios de ICV.

El rostro de Llamazares cuando hizo oficial su dimisión y ese mismo rostro el pasado 9-M, día de las elecciones, ofrecen una gran similitud; la sensación de las expectativas que no terminaron de cumplirse: no esperaba una catástrofe electoral y se quedó solo en el Congreso; no pensaba dimitir antes de la Asamblea Federal y ha tenido que hacerlo.

El aún coordinador general de una organización política que ocho años atrás, cuando agarró las riendas, contaba con ocho diputados, siempre ha peleado contra la realidad, siempre ha sido enérgico y nunca ha obtenido recompensas. Lo ha intentado todo y le ha valido de muy poco.

Ha procurado exponerse todo lo posible en los medios de comunicación, pero las elecciones luego le daban esquinazo; ha tejido a su alrededor, dentro de IU, una dirección leal para evitar disonancias en el mensaje, pero no ha silenciado las críticas, y ha recurrido con éxito a la movilización callejera, pero sus votantes cada vez eran menos. Se ha desdoblado en un superhéroe animado, Gaspi, o en un alter ego o avatar, como en Second Life; ha navegado por el interconectado mundo de Facebook, se ha dejado ver en Youtube...

Como un luchador impetuoso, ha movilizado a su electorado contra la guerra de Iraq, contra la ocupación israelí en Palestina, contra el uso norteamericano de las bases militares españolas, contra el desempleo, contra ETA, a favor del matrimonio homosexual, a favor del movimiento feminista...

Ocho años después, Llamazares dimite del cargo. Todos le conocen, le paran cuando viaja al extranjero, su barba recortada es ya un elemento reconocible en el elenco político español, pero Izquierda Unida ha sido sepultada por el rodillo del bipartidismo y ha sido víctima de la voracidad del PSOE, que cada vez más absorbe esa masa electoral común para los partidos de izquierdas a través del sempiterno voto útil.

En noviembre cumplirá 51 años. Médico de formación, fue secretario general del Partido Comunista de Asturias y coordinador general de IU en el Principado desde 1988 a 2001, candidato a la Presidencia de Asturias en 1995 y coordinador general de IU desde 2000.

Casado y con una hija, se considera "cinéfilo" y lector perseverante, implicado en las tareas del hogar, enamorado de Asturias y aficionado a pasear.

Sus detractores han estado fuera de casa, pero también dentro de una federación habituada cainismo. El secretario general del PCE, Francisco Frutos, no le soporta y entre los comunistas nunca ha caído bien; la oposición interna a Llamazares ha crecido en los últimos meses hasta propagarse por sectores habitualmente fieles.

Pero, acechado desde fuera, acosado desde dentro, nunca se ha despojado de lo que él llama un modo de "hacer política" y de una actitud de calma y sangre fría, lo que no ha apaciguado el tono de su protesta cuando había que protestar.

Llamazares pudo ser como Muhammad Ali cuando peleaba contra George Foreman en aquel mítico ring de la congoleña Kinshasa, pero no logró recuperarse y salir victorioso.

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