Cultura

Mamá, yo quiero ser 'velina'

Videocracy. Italia-Suecia, 2009, 90 min. Dirección: Erik Gandini. Con la aparición de: Silvio Berlusconi, Lele Mora, Fabrizio Corona, Ricky Canevali.

Videocracy bien puede adscribirse a una ya larga tradición del cine italiano por destapar las intricadas relaciones entre el poder, la sociedad civil y los medios de comunicación que pasa, década a década, por el Luchino Visconti de Bellísima, el Federico Fellini de La dolce vita o Ginger y Fred o, más recientemente, el Nanni Moretti de Aprile o Il caimano.

Erik Gandini, el director de Surplus, un celebrado documental con estilo videoclip sobre el consumo y los movimientos antisistema en tiempos de opulencia y bienestar, se propone en esta Videocracy retratar el panorama y las raíces que ha convertido a Italia en un país gobernado por las fuerzas del imperio mediático de Silvio Berlusconi (de su empresa Mediaset a la RAI) en estrecha sintonía con una población cómplice a la que se le ha hecho una eterna promesa de felicidad, belleza, fama y estrellato.

Lele Mora, el más importante agente de la televisión comercial italiana, mussoliniano convencido (en su teléfono móvil suenan discursos de Il Duce) y amante del color blanco, amigo íntimo del Presidente y vecino de la lujosa y hortera Costa Esmeralda (Cerdeña); Fabrizio Corona, paparazzo reconvertido en extorsionador profesional de famosos; el propio Berlusconi, líder carismático empeñado en sonreír a toda costa y "borrar de la faz de la tierra cualquier imagen que pueda comprometerle"; y el joven Ricky Canevali, karateka y torpe imitador de Ricky Martin deseoso de sus warholianos quince minutos de fama, son los cuatro personajes sobre los que descansa un filme que busca en la distancia irónica su punto de denuncia de lo obvio y en unas formas rítmicas y musicales ese plus de (pos)modernidad que se le requiere hoy al documental festivalero.

Algo repetitivo en sus premisas, indudablemente didáctico para el público más ingenuo, narcotizado o simplemente no italiano, irónicamente severo en su disección de un fenómeno que ha llevado a velinas a los Ministerios y a cazatalentos y publicistas a las más altas esferas del poder público, Videocracy apunta sus dardos críticos sobre una diana grande y fija para convencer a los ya convencidos con argumentos cinematográficos tan vistosos como elementales.

Se trata, en todo caso, de hacer agradable, entretenida y atractiva la denuncia. Si además, como así ha sido, la censura le echa encima sus garras, tenemos servido en bandeja el ciclo completo, la pescadilla que se muerde la cola.

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