Pasarela

Tita y Borja continúan a la gresca

  • Las desavenencias entre madre e hijo, lejos de ir a a menos, están en su punto más álgido. Inmersos en un cruce de acusaciones que parece no tener fin, Tita acaba de afirmar en público que su vástago debería confesarse por sus mentiras.

Tanto la Baronesa como Borja Thyssen terminaron el 2011 con las esperanzas puestas en que el nuevo año hiciera posible un acercamiento entre ellos, pero éste, lejos de estar produciéndose, parece estar más lejos que nunca. La encarnizada batalla entre madre e hijo está en su punto más álgido y la relación entre ellos es sencillamente inexistente. Resquemor, resentimiento, desazón, rencor... El eterno conflicto de Tita con su primogénito parece no tener techo y con las últimas declaraciones de ésta está claro que, de momento, no va a quedar en una mera anécdota ni va a llegar a buen puerto. Carmen Cervera da una de cal y otra de arena a Borja, al que igual pide una oportunidad que lanza dardos envenenados. La última pulla ha tenido lugar esta misma semana en la presentación de un libro donde la Baronesa afirmó a viva voz que su hijo debería pasar por un confesionario para ser perdonado de todas las mentiras que está diciendo; petición que extiende a su nuera, Blanca Cuesta, la que considera el centro de todos sus problemas familiares. Un ruego plagado de sarcasmo que probablemente muy pronto tenga respuesta por parte de Borja, que tampoco pierde una ocasión para rebatir las acusaciones de su progenitora ante las cámaras.

Tita sigue manteniendo que la mujer de su hijo es la culpable de que su relación con él sea nula y que ésta es la que se encarga de que Borja no conteste a sus llamadas. El matrimonio, por su parte, ha desmentido por activa y por pasiva que éstas hayan existido alguna vez. La Baronesa les culpa además de que por orgullo ella se esté perdiendo la infancia de sus nietos Sacha y Eric, al que ni siquiera conoce. Todos estos problemas se suman a la vieja polémica de la herencia por la que madre e hijo incluso han llegado a los tribunales y las tiranteces que surgieron cuando Cervera pidió a su vástago unas pruebas de paternidad para comprobar que el primer retoño de éste era realmente su nieto. Diferencias irreconciliables que cada vez son más profundas e hirientes.

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