último tercio

Kilométrica novillada y tentativa de 'vocerío'

Existe una frase que definiría muy bien la tarde de ayer: Lo que mal empieza, mal acaba... O al menos eso pensarían los valientes -entiéndase como público- que estuvieron ayer tres horas menos cuarto en los tendidos de La Malagueta para ver ver la primera de abono.

Seis novilleros de la provincia lidiaron una corrida de toros con el hierro de La Platay Herederos de Ordóñez Araújo. Sí, una corrida de toros, puesto que a pesar de tratarse de una novillada con picadores, muchos de los morlacos que saltaron ayer al ruedo podrían lidiarse en un festejo mayor. Por peso y por hechuras. Al ser un cartel formado por seis espadas, se reducen considerablemente sus posibilidades de triunfo -solo le corresponde un novillo a cada uno-, pero si lo que sale por los chiqueros son novillos con hechuras de toros, sus escasas posibilidades pasan a convertirse en nulas.

La falta de técnica no se suplió con carácter, ambición y raza por parte de los novilleros

Todos tenían un deseo y una necesidad común: el triunfo en una plaza de primera. En su tierra. Además, para muchos de ellos la tarde de ayer fue posiblemente su último cartucho para poderse abrir un camino en este mundo y sumar contratos para lo que resta de temporadas, aunque, en general, no supieron aprovecharlo. Los novilleros no estuvieron en novilleros. La falta de técnica no se vio suplida con carácter, ambición y raza. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Y, desgraciadamente, no fue así ayer.

El novillero fuengiroleño Santana Claros, quien brindó la faena a sus compañeros de cartel y al matador de toros y profesor de la Escuela Taurina de Málaga Fernando Cámara, consiguió buenas tandas con la derecha. No así por el pitón izquierdo, por el que no se terminó de acoplar y tras ser desarmado, consiguió sacarle algunos muletazos sin gran lucimiento.

Por su parte, Curro Márquez logró un interesantecomienzo de faena en el que se dobló con el toro hasta sacarlo a los medios. Una vez en esos terrenos, la colocación de la muleta, con demasiado hueco, le hizo pasar algún que otro apuro. La faena, de más a menos, acabó con una tanda de manoletinas mirando al tendido, para concluir con una estocada entera algo caída. Su labor se vio recompensada con una vuelta al ruedo tras una leve petición de oreja.

José Antonio Lavado se topó con la mala suerte. Le tocó bailar con la más fea. Precisamente en la única faena que no interpretó ningún pasodoble la banda de Miraflores-Gibraljaire. El utrero, astifino y manso, no dio opciones al de Benamocarra, quien vio en la poca condición de Bilbaíno cómo se le iba por la puerta de arrastre sus ilusiones depositadas en la tarde de ayer.

Cuando se dispuso Juan Carlos Benítez a irse a portagayola, un hombre en el tendido seis gritó: "¡Grande torero, grande!". Quizá ese hombre sabía el nombre del novillo, Vociferante. A partir de ese momento todo pareció haberse trasladado a un estadio de fútbol. Incluido el toro. Esta semana en la que tanto se habla del exjugador barcelonista Neymar, el animal pareció emular al brasileño cuando ejecutó una perfecta paradinha en el momento de la pena máxima, cuando estaba a solo un metro del capote del joven novillero, quien tuvo que lanzarse al suelo para evitar una fuerte paliza.

Con Benítez el público recuperó el interés por una novillada que iba a menos. El tercer par de banderrillas, con las cortas y en terrenos comprometidos, levantó al personal de sus asientos. Con el calentón del público aún por el buen tercio de banderrillas, aprovechó para dar varias tandas de derechazos. Una faena que cerró con media estocada tendida y atravesada y que le sirvió para cortale la única oreja de la tarde.

Aún sin tocar pelo, uno de los novilleros que mejor sensación dejó fue Francisco Morales. Su temple y trazo largo por ambos pitones arrancó los "olés" más rotundos, aunque su faena se vio emborronada con los aceros, donde tuvo que entrar a matar hasta en tres ocasiones y recibió una faena voltereta sin aparentes graves consecuencias.

Samuel Ortiz, quien debutaba con picadores, cerró una kilométrica tarde. Sus intenciones por apurar hasta la última de sus posibilidades hizo que alargase en exceso la lidia. Al igual ocurrió en el tercio de banderillas, con una lidia desordenada. Los capotazos que sobraban eran las personas que faltaban en los tendidos para apoyar a los novilleros malagueños.

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