Málaga

La aventura de Roberto Merchán: 33.000 kilómetros en bicicleta desde Tailandia a Ardales

El hombre que se atrevió a recorrer 20 000 km desde Tailandia a Ardales

El hombre que se atrevió a recorrer 20 000 km desde Tailandia a Ardales

Roberto no soporta las mañanas, ni tampoco el café. Muchos dirían que son dos cosas casi sinónimas. Pero necesita las fuerzas necesarias para pedalear, por lo que considera un hábito imprescindibleprepararse su mate nada más levantarse. Como cualquier aventurero él se ha movido en laextraordinaria monotonía, a una vida a la que se ha moldeado rutinariamente para llegar a sudestino, pero a la que no pertenece. Aunque haya germinado su personalidad en un recorrido defauna, ciudad y desierto, sus raíces son andaluzas. Concretamente de Ardales. Su pasión por eldeporte lo llevó a estudiar Educación Física. Pero en ningún momento ejerció en España, más alláde ser monitor y socorrista en temporadas estivales. “Estuve en Inglaterra unos meses, he probadotodo tipo de hostelería, trabajando en grandes compañías como atención al cliente o en empresa deinformática. Después acabé en Polonia donde empecé haciendo música pero no ganaba dinero”,explica.

Fue en 2015 cuando con dos semanas de vacaciones se fue a Tailandia y una parte de él ya se quedó allí para siempre. Sin una explicación racional, esas que tienen consecuencia pero con miles decausas indefinidas, sabía que había comprado un billete de ida y sin uno de vuelta. “Se me cruzó elcable y me propuse que en 2016 sería mi año, miré vuelos y justo tres días después de volver aPolonia ya tenía vuelo comprado en marzo para empezar”, detalla el ciclista. Lo más curioso es queel billete no era de avión: él ante todo quería ser el piloto de su propio vehículo y encontró la bicicomo su medio perfecto. “Me gustaba viajar y quería combinarlo con algo de deporte y pensé que labici era mejor medio para moverme”. Una decisión valiente que para sus amigos resultó en sumomento una temeridad, sin haber cogido una bici realmente más allá de la infancia y vueltas en elpueblo. “Me hicieron pensarlo. Se me metió en la cabeza y tenía tres semanas para prepararmedesde cero sin tener idea de mecánica”, recuerda Roberto. Tras muchos bandazos y siendoconsciente de la inestabilidad laboral que tenía el país, sabía que su lugar en realidad no estaba enninguna parte. “A esas alturas en occidente no había un trabajo que yo dijese que tenía que volver”

Roberto ha seguido una ruta diaria de constante bicicleta en la que lo único que variaba es siempezaba temprano o no, todo dependiendo de la temporada, o cuando paraba y hacía el descanso,el momento en el que el impulso a continuar era inversamente proporcionales a las ganas de comer.La aparición de un desconocido en mitad de la travesía, aquellos personajes que prestados al debatedel destino o la casualidad aparecen en el guion de nuestra aventura, rompían con aquella línearecta, calculada y previsible. Aunque todo lo que está por ocurrir jamás debe estar escrito, nitampoco preverlo. La bendita locura de la experiencia, según Roberto, de seguir pedaleando.

En la mochila del viajero también carga la soledad, acostumbrarse a ser tu propia compañía yal ritmo de los pedales. “Fue más fácil porque llevaba viviendo fuera de España”, narra. “Alprincipio me acuerdo que la primera semana se vino un colega, ya el primer día que estuvesolo fue como ¿y con quién ahora salgo a comer? Te das cuenta de la dependencia de hacerlas cosas con alguien cuando ya me subo a la bici”. También al hecho de dejar atrás a laspersonas, no para siempre pero sí en un contacto permanente. “Tenía que amoldar todas lasamistades a mi viaje, no estar tan pendiente de lo que pasa pero cuidando las relacionesporque el sitio para volver siempre son esos”, detalla el ardaleño.

Mapa del recorrido Mapa del recorrido

Mapa del recorrido

Roberto suma la friolera cantidad de 36 países desde que se subió a la bici, donde se haapoyado en infinidad de anécdotas curiosas, como la vez que salió de la India haciendoautostop: “Conocí a alguien que lo hacía y me dijo que saliera de Mombai haciendo eso, probéy así otros 5 meses. Ya después fui a Nepal”, explica mientras ríe recordándolo. Otras fueron experiencias peligrosas, como quedarse durante cinco días coartado por la dictadura de Uzbekistán: “Tan sólo tenía ese máximo de días de visado. Cancelaron mi instagram porque me conecté al wifi del país y eso en un extranjero está prohibido. Al anfitrión podrían haberle metido preso”.

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En toda su aventura destaca su integración en Asia y el subcontinente undio, un “mejunje deculturas” de 1.500 millones de personas donde entre dos mismos estados se puede cambiar demanera radical de lengua, la religión y la apariencia de la gente. “Tenemos el concepto deEuropa pero es enano. Son tantísimas historias que hago un reseteo continuo sin prejuicios”, cuentael ciclista. “Ya no es sólo ir a ver tal monumento hacerte una foto y decir que ya has estado allí, eshablar con la gente donde aprendo un montón de la situación sociopolítica del país”.

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A pesar de cumplir con el objetivo, el trayecto no ha sido completamente lineal. Con un viajemarcado por turbulencias, desde una lesión que lo obligó a volver a España hasta unapandemia mundial, Roberto ha podido aun así adaptarse a las circunstancias.“La cuarentena la pasé en Georgia, no nos encerraban en casa tampoco. Allí alquilé un hostel conotros viajeros que estábamos estancados de nuestros viajes, tuvimos libertad de salir. Lo único eraun toque de queda desde 21:00 hasta las 7:00”. Tras tres meses en Tiblisi se abrió el país, en elque tuvo dos meses para recorrer el territorio. Tras ello, el 8 agosto de 2020 cruzó a Turquía dondeenfrentó durante una estancia de 10 meses los primeros test y el prejuicio extranjero. “Tenía miedoa la reacción de la gente porque era alguien de fuera”, recuerda el hombre ardaleño.

Roberto demuestra de igual manera que cambiando el ritmo de viaje se puede viajar más barato.Métodos como el room showers, donde te permiten alojarte con agua caliente, o el workaway,por el que te dan alojamiento a cambio de mano de obra, se están popularizando entre los viajerospara abaratar costes. “Aparte de una forma de ahorro sirve para romper la rutina de viajar solo ypuedes pasarte días e intercambiar experiencias con alguien”, explica. “Conoces como una familia oun grupo viven y te llevan a sitios. Estás allí para intercambiar momentos y no solo que te den unacama”. Subestimándose, Roberto está siendo nuestro embajador, inculcando nuestra gastronomíamás popular y primaria en los rincones más inhóspitos de Europa y Asia: la tortilla de “papas”.“Casa que me invitan casa que cae. Gusta más el ali oli que hago con la tortilla y me dicen quebuena está la salsa ”.

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A pesar de su hazaña y la repercusión que pueden generar sus aventuras, a Roberto no le gustainfluenciar, ni tampoco todo lo relacionado a los creadores de contenido. “No quiero vivir haciendostories por y para los medios y redes sociales. Estoy harto de encontrarme gente vendiendo lamoto”, opina. “No te puedes llenar la palabra de tus acciones sin vivirlo tu mismo en realidad”.No quiere sacarle crédito monetario a esto, por lo que la única finalidad que le encuentra es simplemente disfrutar de la experiencia hasta que le deje de llenar. “Yo hago esto porque me gusta viajar. En el momento que me dejen de gustar las comodidades, que se me apague la ilusión, fuera. Pero no será para ganar dinero”.

Para Roberto esta odisea de cinco años ha sido sólo el comienzo para muchas más. Entre suspróximos proyectos, aunque reitera que depende de la preparación y la temporada, seencuentra un trayecto desde Marruecos hasta Egipto pasando por Sudáfrica, que le permitarodear el continente africano todo el oeste y la vuelta desde el este. “África creo es el momento,tengo bagaje para ciertas circunstancias y podría afrontarlo mejor”. Por otro lado, pone su miras enLatinoamérica y en particular la zona de Alaska hasta las tierras del fuego en Argentina.“Con el mismo idioma en el que el intercambio cultural sea más fácil me da respeto, porque puedeque de allí no vuelva, en el momento que esté más maduro a la forma de viajar y todo”. Demomento Roberto se queda en casa, entre muchas comillas: sin salir de Europa, el 7 diciembre parterumbo a tierras suizas que con la temporada de invierno surgen oportunidades de trabajo. “Quiero comprarme una nueva bici porque la que tengo ya no da para más, y conseguir un colchoncito  dedinero y seguir de viaje”.

En el final del texto surge la famosa paradoja del viajero: cuanto más viajas, más te das cuenta de loque te falta por recorrer. Si nos vamos a los datos de la geografía del planeta, se estiman 193 países.Por tanto, y a pesar de todo, Roberto sólo ha podido visitar menos del 18% del mundo. E inclusodentro de lo que ha visitado, le falta más de tres cuartos de cada territorio. Si le preguntan a élprefiere no pensar en números. Y si tuviera que pensarlo elegiría lo más cercano a poder viajar en elespacio y el tiempo: teletransportarse, no vivir lo mismo, siendo el de ahora pero volviendo aexperimentarlo. Esa bendita locura de la experiencia, según Roberto, de seguir pedaleando.

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