ramón burgueño. sacerdote y cofundador de la ong mentaliza2

"Nos creemos el mundo, pero somos el 20% gastando el 80% de los recursos"

  • Vio como en Ghana tenían a los enfermos mentales encadenados a los árboles y en Calcuta tratados como los leprosos del Evangelio Tenía que actuar y se embarcó en una misión "utópica"

Se mueve en moto porque de otro modo sería imposible atender todas sus obligaciones. "Así llego a cualquier sitio en 7 minutos", dice. Está atento al móvil del Hospital Regional por si tiene que acudir a una extremaunción de urgencia. Sin embargo, cede generosamente su tiempo para hablar de cooperación y de su trabajo con enfermos mentales. Es uno de los fundadores de la ONG Mentaliza2.

-Llegó a Málaga hace 13 años, ¿cómo estaba el ámbito eclesiástico entonces y cómo está ahora?

-Siempre vamos cambiando en la Iglesia y lo bueno es eso, la reforma continua. Es preferible cambiar, equivocarse y luego dar marcha atrás que quedarnos estancados. Ahora estamos en un momento de transformación, como el que vivimos en todas las estructuras, y me encanta. Lo que no me gusta es estar anquilosado.

-¿En qué sentido está cambiando la Iglesia?

-Veo que las estructuras que teníamos hasta ahora no convencen, que es necesario tener una actitud totalmente evangelizadora y dejarnos de otras cosas. Yo creo que ahora hay que ser muy creativos para comunicar nuestro mensaje al nuevo modo de entender.

-Porque la queja siempre ha sido que la Iglesia se había quedado anclada en el pasado...

-Siempre digo que tenemos los políticos que nos merecemos, los curas y los papas que nos merecemos y necesitamos, y mira el Papa Francisco cómo está siendo consciente de esta transformación en la Iglesia. Dice que hay que abrir las puertas e ir a las periferias humanas. Hay que volver a la sencillez, despojarnos de cosas que nos puedan estorbar y ser un obstáculo, salir a la calle y anunciar. Y eso con un solo lenguaje, el de las obras. La gente no quiere que les hablemos de la verdad, sino que le mostremos la verdad con nuestra vida.

-¿Se es más tolerantes con temas como la homosexualidad?

-Yo creo que sí. No tenemos nada que decir ahí, ya lo explicó el papa Francisco. Sólo tenemos que acoger a todo el mundo como nosotros somos acogidos.

--¿Se multiplica usted como los panes y los peces para atender a todas sus parroquias?

-Estamos todos los curas así, dando saltos, más que sosegados. Hay pocas vocaciones, pero esto puede ser una buena noticia para que sean los seglares los que lleven y organicen la Iglesia. Esta también es una reforma necesaria, porque la comunidad sacerdotal es una ínfima parte de la Iglesia.

-¿Le preocupa entonces el relevo generacional?

-No, la verdad. No me preocupa mucho que vengan detrás o no. Yo no creo que sean tan importantes las vocaciones en el sacerdocio, sino las vocaciones a seguir el camino del amor, seas cura, soltero, casado, o lo que seas. Lo que me parece fundamental es que haya verdaderas comunidades que transmitan vivamente el mensaje del Evangelio, que sirven a los pobres y estén al lado de los más necesitados. Lo demás viene por añadidura.

-¿Cuáles son las líneas rojas de la Iglesia, por dónde nunca va a pasar?

-Nunca va a pasar por aquellas realidades que vayan en contra de la vida humana, del amor, de la justicia, igual que no pasa por justificar guerras y cuando pasa la Iglesia se deteriora. Como cualquier institución que sea fiel al hombre, defiende a la persona. Yo creo que las guerras, el aborto, tienen una raíz, que es la del egoísmo. Cuando nuestro ombligo es el centro del Universo sale a florecer aquello que deteriora las relaciones, a las personas.

-Lleva años yendo a países como cooperante, ¿qué ha encontrado?

-Salir de nuestro ambiente me ha ayudado mucho a descubrir otra humanidad que no conocía, que la vemos a través de las noticias pero que cuando la vives te estremece.

-¿Cómo empezó su trabajo en el extranjero?

-Hacía mucho tiempo que tenía inquietudes, pero en realizaciones empezó en el año 2008. Me pidieron ir a Bolivia a sustituir a un obispo español que necesitaba mandar un cura a las parroquias. Allí sucedió algo que me impactó bastante. Tuve que rezar por un bebé que había fallecido. Me sorprendió muchísimo que los padres estuviesen tan fríos. Me dijeron que habían llevado el niño a un curandero y me enfadó que no hubieran acudido al hospital. Una monja me dijo que al niño lo habían envenenado porque tendría algún tipo de discapacidad y no podían tirar con él, algo que se hacía allí con cierta frecuencia. Eso se me quedó grabado. Posteriormente montamos una campaña de cirugía en Ghana y vi un poco más de lo mismo. Que las personas que tenían problemas, sobre todo alguna enfermedad mental, estaban desnudas y literalmente atadas con cadenas a los árboles.

-¿De ahí su interés por mejorar las condiciones de los enfermos mentales?

-En 2012 fui a Calcuta. Estuvimos ayudando en las casas de la Madre Teresa y en los basureros que están dentro de la ciudad. Veíamos en ellos personas comiendo y viviendo entre la basura y todos padecían alguna enfermedad mental. Con un amigo que vino a ese viaje decidimos echar una mano a los que son los pobres de los pobres hoy en día, las personas que tienen problemas de salud mental en estos países en vías de desarrollo. Con él montamos una ONG que se llama Mentaliza2 y tiene como objeto crear pequeñas redes de salud mental comunitaria en estos países que sirvan de apoyo, de modelo, para las mediciones necesarias de esos gobiernos. Y que estas personas tengan un trato adecuado y puedan reinsertarse en la vida cotidiana, en sus ambientes y sociedades.

-¿No se les da respuesta, ni asistencia, ni medicación?

-La única respuesta que se da en algunos sitios, no en todos, son manicomiales. Dentro de los manicomios además de la insticionalización de la persona hay graves atentados contra ellos, violaciones, vejaciones, algo que la OMS ha denunciado muchas veces. Estas personas son marginados, se les ve vagando como almas en pena.

-¿Qué ocurrió a partir de ahí?

-Volvimos a Bolivia, donde tenemos un proyecto de salud mental comunitaria con profesionales de allí. También estuvimos en Perú viendo dos realidades, una en Villa del Salvador, un centro creado hace 12 años por la parroquia, y de ahí a la selva. También trabajamos con una red de familiares de Guinea Ecuatorial y este año hemos estado en Vietnam y Camboya.

-¿Qué tal en Asia?

-Hemos encontrado lo mismo que en otros lugares, aunque es cierto que Vietnam está mucho mejor, tiene una estructura de salud bastante desarrollada, pero no tienen nada en cuanto a la inserción de estas personas en la sociedad, y vamos a intentar abrir un proyecto con ellos para abordar lo comunitario de la salud mental. Camboya es bastante más pobre, menos desarrollada, y eso se nota. Hemos encontrado lo mismo, marginación y respuestas de origen religioso, de curanderos, posesiones, males de ojo, el estigma que hay con el tema de la salud mental. Ellos son los leprosos que veíamos en el Evangelio, personas que estando sanas afloró en ellas la enfermedad y tuvieron que renunciar a su familia, a sus proyectos de futuro... Y así vamos, andamos en un proyecto un poco utópico, pero dando los primeros pasos.

-Supongo que el trabajo continúa luego aquí.

-Sí claro. En Mentaliza2 hay mucha gente que trabaja aquí en estos temas y se ha ido entusiasmando porque es un proyecto muy bonito, significa compartir lo que tenemos y hemos descubierto en los últimos 25 años e intentar darlo.

-¿Sin subvenciones?

-Nada, todo lo que hacemos nos lo pagamos nosotros.

-Cuando vuelve ¿le choca mucho enfrentarse de nuevo a una sociedad como la nuestra?

-Sí. Luego tienes que hacer tu periodo de adaptación. No es sólo el jet lag, el cambio horario, sino también el cambio de alma, de espíritu, de todo. Te llevas un buen golpe cuando vas a estas realidades, pero también tus valores cambian. Es muy bonito ver cómo las cosas que piensas que son necesarias no lo son, y eso también te hace más libre. Doy gracias cada vez que abro el grifo y sé que ese agua la puedo beber...

-También le ayudará a ver el mundo desde otra óptica...

-Esto también te descubre muchas mentiras. Nosotros que creemos que somos el mundo somos el 20% de la humanidad consumiendo el 80% de los recursos, mientras que el 80% se tiene que conformar con el 20% restante, fíjese lo injusto. En medio de la dureza también ves a personas que son felices y eso se contagia. Tienen una tolerancia a la frustración tan alta que les ha hecho defenderse de todos los sufrimientos y son felices.

-Muchas partidas institucionales de cooperación internacional se han frenado con la crisis, ¿se ha dado la espalda al resto del mundo?

-Ya hubo aquellos acuerdos en la ONU para destinar el 0,7% del PIB a estas cosas y no sé si eso lo hacen uno o dos países. Ese egoísmo, esa forma de ver la realidad y vivir injustamente nos lleva a no ayudar a pesar de que tenemos la capacidad de hacer muchísimo más de lo que se hace. Y no hay justificación, ni siquiera en crisis. Ellos viven una crisis continua y no es momento de recortar.

-¿Qué línea debería de seguir la cooperación?

-Siempre la educación. Un país lo que necesita es educar con criterio a las nuevas generaciones, pero una educación integral para hacer ciudadanos capaces de autogestionarse y defenderse. En Vietnam ya hay un McDonalds como la copa de un pino, algo que me sorprendió mucho. Hay que aceptar las cosas buenas del capitalismo, pero también defenderse de lo malo y eso se hace con la educación. Educación en un mundo global donde se salve lo particular. También hay que trabajar en salud. Cuando educación, trabajo y salud empiezan a caminar, los países comienzan a desarrollarse.

-¿Qué respuesta tendría que darse al drama migratorio?

-Hay que acoger y hacerlo con cabeza, regulando. Y buscar las soluciones, preguntarse el por qué de ese problema migratorio, el por qué esa guerra que hay detrás funciona... La actitud primaria debe de ser la de acoger a la persona. No podemos permitir que mueran 50 personas en una barca, eso no se puede permitir.

-Y también actuar en los lugares más sensibles...

-Por supuesto. ¿Qué diferencia hay entre esos campos de refugiados y Guantánamo? En Ghana fuimos a montar una campaña de cirugía en un campo de refugiados. Cuando llegamos a ese lugar y vimos las letras de Acnur pensé: ¿esto es lo que hemos hecho con los refugiados, esta es la inversión que las Naciones Unidas han hecho en este lugar? Era de vergüenza, cualquier grupito de personas lo podía haber edificado. Como terminó la guerra entre Sierra Leona y Liberia, los desplazados perdieron la categoría de refugiados, Acnur se fue y quedó un asentamiento de 40.000 personas. Es que, ¿cómo hacemos tan mal las cosas allí?

--¿La corrupción también es una lacra en estos países?

-En todos estos países hay corrupción, pero como en todo el mundo, en unos lugares se ve más y en otros es más de guante blanco. Y, a veces, hay proyectos que no salen porque no se ha dado la mordida a quien había que dársela.

-¿Está cambiando el papel de la mujer en estas sociedades?

-Veo que hay un despertar de la mujer, siendo ellas las que sostienen el tejido social, las que llevan a la familia, las que trabajan, las que cuidan, las que tienen el coraje. Lo he visto en Vietnam, en Bolivia... Por ejemplo, Ho Chi Minh es una ciudad de 13 millones de habitantes donde el 75% es gente joven, y es muy bonito ver cómo las niñas y las jóvenes estudian, se forman y se identifican con el mismo rol que la población masculina, y eso en una mentalidad asiática. La mujer va despertando y luchando por sus derechos.

-¿Cómo ha vivido la evolución de la ciudad?

-Conocí una Málaga bonita, acogedora, muy rica en las relaciones personales, con una belleza interior en el malagueño muy grande y en 13 años he visto que esa belleza interior se ha plasmado fuera. Nuestra ciudad por fuera ha cambiado, está preciosa. Ahora es más brillante, se mueve mucho el turismo, el malagueño se está empoderando, se potencian los productos locales...

-¿Con qué cambio o nueva infraestructura se queda?

-La peatonalización del centro. Es muy llamativo el puerto y el Muelle Uno, una gran fuente de ingresos, pero recuperar el casco histórico me encanta.

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