Málaga

Los niños de La Palmilla"Queremos libertad para jugar"

  • La carta que un grupo de menores de un colegio han remitido al Ayuntamiento refleja la inseguridad que los últimos tiroteos les ha generado

Niños del colegio Misioneras Cruzadas enseñan a los más pequeños.

Niños del colegio Misioneras Cruzadas enseñan a los más pequeños.

"Un miércoles del mes de mayo, los niños del barrio estaban jugando cuando escuchamos voces, gritos, sonidos como disparos, hasta algunos de nosotros vimos navajazos. En ese instante, salieron nuestras madres gritando muy preocupadas que fuéramos a las casas". Quienes relatan la crudeza de uno de los últimos enfrentamientos entre clanes rivales en La Palmilla son ellos, las víctimas más inocentes de un conflicto que ha reducido la barriada a un vertedero de sueños rotos sin horizonte. Los escolares del CEIP Manuel Altolaguirre reivindican en una carta que ha sido remitida al Ayuntamiento de Málaga su único deseo: libertad para jugar. "Nuestros padres tienen miedo de que nos ocurra algo muy malo. No es justo que no podamos estar como los niños de otros barrios. Temen que nos ocurra algo grave, los mayores están locos", reza la misiva, que han dirigido al órgano de representación infantil del distrito 5 y en la que relatan que durante una semana no han podido divertirse en la calle.

La pretensión de los pequeños, que cursan Sexto de Primaria, evidencia, en palabras del director del centro, Miguel Ángel Muñoz, la inseguridad que la reciente oleada de episodios violentos les ha generado. "Llueve sobre mojado. Éste último [tiroteo] ha sido más espectacular porque hubo mucha dotación policial y muchos disparos, pero un par de meses antes se produjo por la tarde otro rifirrafe con navajas y pistolas mientras los niños jugaban", recuerda el docente, que recurre a un símil paradigmático para ilustrar la situación: "Es como vivir en guerra, pero sin estarlo".

Vecinos aseguran tener la esperanza de que cambie su suerte y abandonar el barrio

El responsable del colegio defiende que en los centros educativos, que brindan un entorno afable, esa percepción "no se palpa". En la calle, sin embargo, la seguridad, como el miedo, "no se compra, se tiene o no". Pese a que los menores consiguen "mantener el equilibrio", el profesor aboga por impulsar una "transformación social" y ofrecer más apoyo a los colegios en una barriada en la que, más allá de las bandas enemigas que compiten por el control del mercado de la droga, convive "gente maravillosa por la que merece la pena luchar".

Un mensaje similar transmite el director del centro concertado Misioneras Cruzadas de la Iglesia, José Miguel Santos, quien reconoce lo "frustrante" que para el profesorado supone el hecho de que "no se valore la necesidad de una apuesta educativa en el barrio". "Está olvidado, intentamos hacer un trabajo en silencio y con toda la entrega. La escuela es la herramienta que se necesita. Hay que optar por una educación de calidad", remacha el profesor, convencido de que un niño "nunca debe acostumbrarse" a la violencia.

Durante la jornada del miércoles, que se saldó con ocho arrestos en La Palmilla y la intervención de machetes, catanas y espadas, además de munición, los docentes procuraron contrarrestar el silbido de las balas de fondo y el ruido del helicóptero de la Policía Nacional que sobrevolaba la zona. Lo hicieron inculcando el valor del compañerismo. "Los niños de 4º de Eso estuvieron con los de Primaria enseñándoles con tablets y portátiles a dividir y sumar. Era el contraste de lo que se vivía dentro y lo que pasaba fuera. Queremos que vivan en paz", asevera el director de Misioneras Cruzadas. Solo así, insiste, podrá evitarse que una niña de 3 años llegue llorando al colegio por la conflictividad y la situación de riesgo a la que como muchos menores ha estado sometida.

La única esperanza de los vecinos más alejados de los incidentes estriba, según reconoce uno de ellos, en poder abandonar el barrio en algún momento. "Piensan que cambiará su suerte, es la triste realidad de Palma-Palmilla. Los que no tienen recursos económicos están obligados a vivir allí", señala este residente, que como la mayoría prefiere no identificarse. Paralelamente, asumen la obligación de no revelar nombres a la Policía por miedo, recalca, a sufrir "represalias". "No se sienten seguros. Hacen un comentario y se exponen a que llegue otro y les parta la cara. Aunque denuncien, si no hay testigos o pruebas, no pasa nada", se lamenta. A renglón seguido, resalta que el "99%" de los vecinos "son personas buenas, honradas y trabajadoras". Su conclusión es que, para la clase política, el barrio es "basura".

Las palabras de los que pertenecen a un entorno que padece varios meses convulsos reflejan el conformismo que se ha implantado en él. "Los clanes actúan desde hace 30 ó 40 años. Todos los conocemos, también la Policía y los jueces. Dentro de una década, seguiremos hablando de lo mismo", manifiesta. El jefe de la Comisaría provincial de Málaga, Fernando López-Canedo, recalcaba el jueves en la rueda de prensa que ofreció para informar de la operación desarrollada que el objetivo no es "criminalizar" las zonas implicadas en la cadena de tiroteos. Al mismo tiempo reconocía la alarma generada por el dispositivo que fue necesario desplegar, pero anunció que la Policía mantendrá "el foco" en los puntos de conflicto. También el subdelegado del Gobierno, Miguel Briones, señalaba que la actuación, que ha permitido desde febrero 25 arrestos por tráfico de drogas en distintas zonas, está encaminada a lograr la "convivencia pacífica". Y recordaba que el "lugar no hace a las personas pero, a veces, las personas contaminan el lugar".

La misiva que ha sido dirigida al órgano de representación infantil

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