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Un referente moral

  • lPablo, cuyo nombre deriva del latín 'paulus' (pequeño), ha demostrado que cada persona puede ser un ejército lLo esencial ahora es que este modelo sea divulgado, extendido, compartido

Ráez el pasado enero, homenajeado por el Unicaja en el Martín Carpena.

Ráez el pasado enero, homenajeado por el Unicaja en el Martín Carpena. / javier albiñana

No conocí personalmente a Pablo Ráez, así que no me corresponde glosar las muchas cualidades personales que seguro atesoraba. Es evidente que alguien capaz de emprender sus conquistas debe estar hecho de una madera única, pero el asunto que nos atañe ahora es necesariamente distinto. La muerte de un joven de 20 años constituye siempre un acontecimiento trágico y, lo que es peor, absurdo. Perdí algunos amigos a esa edad y no es una experiencia que pueda razonarse ni interpretarse: uno sólo puede digerirla en la medida de lo posible. No hay lógica capaz de excusar una pérdida así. Pero cabe considerar que este carácter absurdo e inexplicable se debe, sin embargo, a una interpretación del tiempo, digamos, sesgada. Cierta piedad primaria tiende a dar por bueno el tiempo vivido únicamente cuando es mucho; pero una vida corta deja de ser absurda cuando tenemos en consideración, más bien, el tiempo empleado. No quería ponerme filosófico en este artículo, pero no tengo más remedio que recordar la conclusión a la que llegó Albert Camus cuando decidió estudiar a fondo la existencia como absurdo: "El empeño en la tarea basta para llenar un corazón de hombre". No somos lo que comemos, ni lo que vestimos, ni lo que compramos. No somos lo que leemos, ni lo que estudiamos, ni el cargo que ostentamos, ni el dinero que ganamos. No somos lo que nos pasa, ni lo que Dios dicta, ni lo que inevitablemente nos corresponde. Somos lo que hacemos. Sencillamente. El resto de lo que nos define son accidentes: la esencia es aquello en lo que invertimos el tiempo que nos es dado. Poco o mucho, da lo mismo. No somos más por vivir más tiempo, sino por hacer más en el tiempo de que disponemos. Disculpen que acuda otra vez a la filosofía para decir lo que quiero decir: Spinoza dejó escrito que "un cuerpo que hace muchas cosas posee un alma fundamentalmente eterna". Pues bien, sólo desde esta premisa podemos entender a Pablo. Y me refiero al Pablo que quedará siempre con nosotros.

Llegado a este punto, he de decir que lo siento. Si buscaban aquí una invitación a la lagrimita, la penita y la lástima, mejor dejen de leer este artículo. Repito: no conocí personalmente a este muchacho. Cualquier presunción de dolor más allá de la humana compasión entrañaría una impostura por mi parte. Si algo me preocupa ahora, porque al cabo es lo único que puede preocuparnos, es la definición de Pablo Ráez como un referente moral de nuestro tiempo. Y es aquí donde quiero insistir. Nuestro hombre representa ya un modelo a seguir porque decidió hacer para ser, no en función de sí mismo, sino de otros. Si Pablo hubiese decidido en su momento emplear su enfermedad como argumento para no hacer, no sólo habría estado en su derecho sino que habría merecido la comprensión y el apoyo de todos. Sin embargo, con una visión reveladora de su talla moral, decidió convertir su enfermedad en una oportunidad para transformar el mundo. Subrayo, otra vez, la categoría moral de su ejemplo: a quienes nos quedamos a este lado, Pablo nos señala una escuela de conducta. Incluso en la adversidad más tajante es posible llevar la excelencia que debería definirnos como especie a las cimas más elevadas. Siempre disponemos de varias opciones a la hora de actuar y siempre podemos escoger la mejor. Así de simple. Que se multiplicaran los donantes de médula hasta niveles insospechados hace sólo unos meses ante la sola llamada de un muchacho así lo confirma. Pablo descubrió una ocasión para hacer más y la aprovechó al máximo. Del mismo modo en que su invitación a hacer con él trascendió su contexto vital y llegó a todas partes, su referencia moral no es únicamente una cuestión malagueña, ni andaluza. Es un patrimonio. Un patrimonio de la humanidad.

Escribió William Shakespeare (en mi traducción preferida): "Ser o no ser: de eso se trata". Si somos lo que hacemos, Pablo, al hacer mucho, es mucho. Sí, de eso se trata. Lo esencial ahora es que este modelo sea divulgado, extendido, compartido; que no caiga en el olvido cuando la refriega cotidiana nos lleve a lamentar otras particularidades mucho más fútiles. Es mucho lo que hay en juego. Poco después de que se anunciara su muerte, en las redes sociales cundía una petición para que el todavía conocido como Hospital Carlos Haya sea rebautizado como Hospital Pablo Ráez. Podría ser un primer paso, pero un referente moral de este calibre nos exige estar a la altura. No basta con cambiar carteles. Ha llegado el momento de convertir la tragedia inevitable en victoria posible. De escoger la mejor opción y llevar la decisión a sus últimas consecuencias. Pablo, cuyo nombre deriva del latín paulus (pequeño), ha demostrado que cada persona puede ser un ejército. La batalla ha comenzado.

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