¿y ahora qué? Es pregunta socorrida en cualquier equipo que se precie de la media tabla. El objetivo de la permanencia, una vez cerrado, da paso a jornadas pintadas en escala de grises. Sufrió y mucho el Málaga. En demasía. Pero la llegada de Míchel recuperó la sonrisa de un grupo que vivía en un constante desaliento. Ganar al Sporting dio oxígeno, derribar al Barcelona desató. Y qué decir de sobrepasar a un Valencia que lleva consigo una mueca de absoluta indiferencia. De por medio, no obstante, hay una derrota en Riazor que enciende el piloto rojo de la intensidad. Indignó al técnico, que recuerda incesantemente que su plantilla está bajo supervisión constante. Es la forma de pinchar para comprobar que sí, sus futbolistas sangran. Hoy, octavo test de la era del madrileño y 300 en la propiedad de Al-Thani frente a un Granada cuyas cuentas no van más allá que de sumar de tres en tres. Los Cármenes (20:30), en definitiva, miden el grado de interés y compromiso de un grupo.

Las matemáticas pueden certificar oficialmente que el Málaga cumplirá su décima temporada consecutiva en Primera División. Con 36 puntos y 13 de ventaja sobre el Sporting, vencer o que los de Rubi pierdan sería suficiente una vez quedasen sólo 12 puntos en juego tras este partido. Míchel pide regularidad para dar algo de lustre a un año difícil de tragar, y un paso adelante sería conseguir la segunda victoria del curso a domicilio. La oportunidad no se presenta en el mejor de los escenarios, pues allí se sigue sin conocer la victoria desde que el Granada volvió a la élite, aunque la alternancia clásica se ha transformado en tres empates consecutivos. 1-1 el último, en la ida; 0-0 hace algo más de un año en Los Cármenes.

La crisis que aborda al Granada es de esas que pueden invitar al exceso de confianza. El proyecto de Jiang Lizhang arrancaba con Paco Jémez para rápidamente pasar a las manos del apaga fuegos de profesión que es Lucas Alcaraz, cuyo amor por los colores parecía una isla entre el mero interés empresarial. Desterrado nuevamente y con el equipo en descenso, otro giro más en una plantilla de por sí exótica hace que Tony Adams, vicepresidente de la empresa propietaria (DDMC) y mito del Arsenal, tome las riendas para buscar una salvación que desde tierras nazaríes se da prácticamente por perdida. Con sólo 20 puntos y a siete del Leganés, necesitan algo más que un milagro.

El británico, cuya experiencia en los banquillos es cuanto menos limitada, se encuentra además con tres futbolistas de importancia en la enfermería. A Kravets y Pereira se une el central Saunier, quien se perderá lo que resta con una rotura en los isquiotibiales de la pierna derecha. La única buena noticia la presenta Adrián Ramos, novedad en una lista que se presentó ayer a última hora de la tarde, y quien apunta a titular para volver a ser el faro en un ataque tremendamente mermado.

La misión del Málaga es por tanto pescar en río revuelto. Lo hará con cambios, como apuntaba Míchel ayer en sala de prensa, y con la novedad de Luis Muñoz en el once tras la baja de Rosales y la reciente reincorporación a los entrenamientos de Miguel Torres. La dolencia del venezolano no va más allá de unas molestias en la zona abdominal, donde sufrió una sobrecarga durante el choque contra el Valencia. Las opciones que se abren con su ausencia son variadas, con la presencia de Luis Hernández en el lateral -donde ya actuó en el Leicester y el Sporting en ocasiones- como la más probable. También se podría utilizar al canterano en banda para mantener al asturiano como el referente en el eje con Llorente, o como la más remota, que aparezca Keko de carrilero en una defensa de tres.

Continúa, como sea, el examen de Míchel en tierra virgen para el Málaga, acompañado de 400 blanquiazules y una lista que completar para la próxima campaña.