Alemania La canciller cumple cien días de Gobierno en pleno rifirrafe con sus aliados

Lunas de hiel para Merkel

  • La alianza de Gobierno entre democristianos y socialcristianos con los liberales ha resultado mucho más tortuosa de lo que ninguno de los socios se pudo imaginar

La coalición de centroderecha de Angela Merkel cumplió el jueves sus primeros cien días de Gobierno sumida en un rifirrafe interno que podría hacer saltar de alegría a la oposición, si no fuera porque ésta tampoco logra salir de su propia crisis.

El matrimonio soñado de cristianodemócratas y socialcristianos de Baviera (CDU y CSU) con los liberales del FDP ha resultado hasta ahora mucho más tortuoso de lo que ninguno de los socios hubiera podido imaginarse tras los cuatro años de unión de conveniencia entre conservadores y socialdemócratas.

Cuando se cumplen los primeros cien días de Gobierno, las diferencias entre ambos frentes siguen siendo las mismas que al comienzo y se pueden resumir en dos bloques: los liberales quieren bajadas de impuestos y una reforma sanitaria radical y los conservadores lo ven como sueños irrealizables en tiempos de crisis económica.

Mientras que desde las filas de la Unión Cristianodemócrata las llamadas de atención todavía son moderadas recordando al aliado que el trabajo conjunto es "mejorable", los liberales no parecen tener pelos en la lengua y hasta hablan de sus socios con adjetivos más crudos.

Así, por ejemplo, el líder regional del FDP en Hesse y ministro de Finanzas en ese estado federado, Jörg Uwe Hahn, arremetía estos días especialmente contra la CSU bávara, a la que calificó de partido que parece comportarse "como si tuviera la menopausia".

Las trifulcas se centran básicamente en temas económicos, anclados todos, aunque en un tono muy generalizado, en el acuerdo de coalición.

El FDP liderado por el vicecanciller y ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, se aferra a su promesa de aliviar la carga fiscal en 24.000 millones de euros anuales y de aplicar un sistema tributario mucho más simple.

La CDU y la CSU consideran que la situación presupuestaria, con un déficit récord de 100.000 millones de euros en este año no da para regalos fiscales de ningún tipo, si bien mantienen el objetivo a medio plazo de aliviar al contribuyente.

Con su empeño en reducir los impuestos -por ejemplo, al sector hotelero-, los liberales han visto refrendada una vez más su reputación como partido "clientelista", aún más tras conocerse que una gran cadena hotelera dio al FDP un donativo de dos millones de euros.

Otro de los puntos de fricción afecta a la reforma sanitaria planteada por el ministro de Sanidad, el liberal Philip Rösler, quien incluso ha "amenazado" con vincular su cargo a que pueda sacar adelante sus planes.

Rösler quiere sustituir el actual sistema basado en el principio solidario de que paga más el que tiene mayores ingresos por una cuota única para todos los cotizantes a la sanidad pública.

La idea fue defendida en términos prácticamente idénticos por la CDU antes de entrar en la gran coalición con los socialdemócratas, pero finalmente se optó por un modelo que mantenía el sistema de cotizaciones vinculadas al salario.

Merkel ha dicho claramente que no tiene previsto cambiar ese modelo, lo que no ha evitado que su flamante y joven ministro insista en imponer el suyo.

Si bien la canciller mantiene la misma línea seguida ya durante la gran coalición de no entrometerse en las trifulcas, la creciente crispación entre los socios de coalición la llevó, nada más comenzar el año, a convocar a todo su Gabinete a la Cancillería.

Sobre el contenido de la reunión no trascendió nada, salvo la expresa intención de que la coalición saldrá adelante por voluntad de todos los implicados. De esto hace casi un mes. Desde entonces, el tono todavía no se ha moderado.

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