Cultura

Demi Moore regresa a la comedia con la película agridulce 'Happy Tears'

  • Dos hermanas que se unen para cuidar a su padre protagonizan la película de Lichtenstein · Peter Strickland dirige 'Katalin Varga'

La actriz Demi Moore se unió ayer al desfile de señoras estupendas por la Berlinale con Happy Tears, una comedia agridulce familiar sobre dos hermanas dispares, de pronto unidas para atender a un padre con demencia senil. Moore, convertida en la rústica hermana de Parker Posey, una chica de ciudad a lo Sex in the City, acaparó los flashes de la jornada a competición -una de las más flojas hasta ahora-, como en los días pasados lo hicieron Michelle Pfeiffer y Kate Winslet y hoy lo hará, si no hay imprevisto, René Zellweger.

Happy Tears, dirigida por Michell Lichtenstein e incluida en la sección a competición en el último minuto, es una de esas comedias convencionales que se dejan ver, animada en este caso por la presencia de Ellen Barkin, la yonqui amante del padre que juega a enfermera, y Rip Zom, un patriarca enfermo entre tanta mujer. Moore, abnegada y hecha a la situación -ya llevó el peso de la enfermedad de la madre, fallecida de cáncer-, y Posey, soñadora clientela de zapaterías de lujo que acaba de gastarse 2.800 dólares en unas botas, se llevan mejor de lo que parece.

"Dos hermanos pueden ser las dos caras de una medalla. Ella es la consciente, yo la inconsciente", resumió Posey. Las alucinaciones de ésta ayudan a salpicar la película con notas de humor, la familia permanece unida, a la busca de un tesoro y encima alguna acaba encontrando el amor verdadero. Moore está muy en su papel, pero por momentos desaparece tras Posey, cuyo personaje es más brillante y vistoso, lo mismo que sus zapatos. "La película se centra en Parker, la mujer que no sabe adaptarse a la realidad. El resto rueda a su alrededor", explicó el director.

A falta de algo más sólido, la presencia de Moore dio para dar un par de consejos de belleza, a añadirse a los que el martes brindó Pfeiffer (Chéri). Si la rubia Pfeiffer explicó que su secreto es la felicidad, Moore explicó que lo suyo es haber sabido "dar prioridad a la familia, luego a la carrera y encontrar ahí el equilibrio interior", junto a un esposo (Ashton Kutcher) "que me reconforta y apoya, en mi carrera y fuera de ella". Dos respuestas socorridas, para un par de señoras estupendas en las que, especialmente en el caso de Moore, -por lo que se sabe- el factor genético no es lo único que las hace lucir como lucen. A años luz de todo ese mundo se situó la segunda película de la jornada a competición, Katalin Varga, una producción húngaro-rumana dirigida por Peter Strickland, también alrededor de una mujer, esposa y madre, pero con problemas muy distintos a los de Moore y su hermana y en un ambiente dominado por la brutalidad.

Katalin es una mujer que se ve obligada a atravesar los Cárpatos en una carreta tirada por un caballo con su hijo, tras enterarse su esposo de que no es el padre biológico del muchacho. Se trata de un filme agreste, como el paisaje brumoso en que discurre todo, centrado en el ansia de venganza de esa mujer contra los hombres que la atacaron.

Nada que pudiera alegrar la mañana -menos en el primer pase de prensa de la jornada, a las nueve-, en un Berlín que despertó ayer con una fina, pero persistente nevada, azotado por un viento helado. Fuera de concurso se exhibió, también en la sección oficial, Notorious B. I. G., de George Tillman Jr., tributo biográfico a la leyenda entre el mundo de los raperos de Biggies, el número uno indiscutible de Los Ángeles en los 90.

La película llevó a la Berlinale la brutal guerra entre raperos, dentro de los estudios discográficos y fuera de ellos, además de la presencia de Angela Basset, en el papel de la valerosa madre del rapero, que no consigue apartarle del mundo de los camellos ni menos aún de la brutal guerra rapera que acabará con su vida.

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