estreno musical

Diego 'El Cigala' da una clase magistral de salsa

  • El cantaor madrileño demostró anoche en Málaga, donde presentaba su nuevo disco 'Indestrutible', que el flamenco no está sujeto a leyes, ni a géneros

El cantaor madrileño, en un momento de su concierto en Málaga.

El cantaor madrileño, en un momento de su concierto en Málaga. / JAVIER ALBIÑANA

"Moreno soy / porque nací de la rumba./ Y el sabor yo le heredé del guaguancó. / Moreno soy, / y estoy aquí. / Yo soy gitano, / quemando piedra hasta morir". Diego El Cigala lo dejaba claro desde la primera canción que retumbó en el Palacio de Ferias anoche -Moreno soy-: se puede ser cantaor y arrancarse por salsas. No hay límites en la mente de un flamenco alejado de la fórmula habitual. Para él, hace tiempo que este género declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad dejó de ser algo puro, inalterable, una cosa en sí misma. Y eso bien lo sabe desde que le lloró al desengaño con Lágrimas negras, su mano a mano con el legendario pianista cubano Bebo Valdés y el disco merecedor de un Grammy Latino.

Ayer, el artista presentaba su nuevo disco, Indestructible, y de paso volvía a recordar a un público malagueño emocionado y bailarín desde la silla porque debió permanecer sentado que el género ancestral no está sujeto a leyes, pero sí al corazón. Con ese sentimiento una pareja se levantó de la silla para bailar mientras sonaba Periódico de ayer. Pero antes ya había hechizado al público: "Me alegra poder compartir Indestructible con vosotros. Bendita sea esta tierra. Viva Málaga", casi recitó ante un público entregado.

No tardó en llegar 20 años (Lágrimas negras), con un Jaime Calabuch Jumitus exquisito al piano, en donde el artista recordaría seguramente a su esposa fallecida el año pasado: "Con qué tristeza miramos / un amor que se nos va: / es un pedazo del alma / que se arranca / sin piedad".

Tras la inyección de nostalgia, El Cigala, camisa blanca, traje y pañuelo rojo, se ponía manos a la obra con su nuevo trabajo a. Sonaban los primeros acordes de Juanito alimaña -el Makinavaja latino-, aquel tema sobresaliente parido a medias entre el productor Willie Colón y el cantante Héctor Lavoe, y el público, deseoso, no se pensaba dos veces salir a bailar. Lo haría gustoso también con El Paso de Encarnación, un clásico de Larry Harlow, y con otra canción interpretada por Lavoe, Periódico de ayer. Salsa, son cubano, ritmos caribeños. La temperatura subía en El Palacio de Ferias a medida que el sudor de la Cali Salsa Band, el grupo del cantaor, caía de sus frentes.

Durante dos años, el cantaor, que cubrió la mitad del aforo, se embarcó en una aventura que lo llevó por algunos de los países donde nació y de desarrolló el género de la salsa: Cali, San Juan , La Habana, Punta Cana y Nueva York y Miami. Así, hasta acabar su intenso viaje en Jerez de la Frontera, donde grabó guitarra, coros, cajón y palmas. El resultado no podía sonar mejor en directo y mira que hay dificultad con tanto trasto.

Dirigido a salseros confesos o no, el repertorio también dejó de calentar el ambiente para hacer recorrer un escalofrío por los cuerpos de los asistentes con Si te contara. Pero fue casi al final del directo, cuando se escuchó la latin jazz Lágrimas negras, cuando todos sintieron ese puñal llamado recuerdo: "Sufro la inmensa pena de tu extravío. /Siento el dolor profundo de tu partida / y lloro sin que sepas que el llanto mío / tiene lágrimas negras, /tiene lágrimas negras / como mi vida". El Cigala homenajeó a su esposa, a Bebo Valdés, a Camarón y también a los que aguantan el chaparrón a pesar del dolor, de la pérdida. Indestructible llegó en el momento justo: el adiós. Sin embargo, el flamenco tenía una bala con sabor a Cuba, guardada en la recámara. Se despedía con Dos gardenias del inigualable Ibrahim Ferrer. Nunca supo mejor una lección de salsa a manos de un flamenco.

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