Cultura

Flamenco: el duende dormido

  • La semana que viene comienzan las nuevas ediciones de la Bienal y el Aula Municipal de Flamenco, pero tal arte continúa en Málaga su particular letargo

Seguramente todo está puesto con la mayor intención, pero si la damos por buena la coincidencia resulta reveladora. La semana que viene comenzarán las nuevas ediciones de las citas mayores de Málaga con el flamenco, la Bienal de Arte Flamenco (heredera un tanto venida a menos de aquella Málaga en Flamenco) que organiza la Diputación y el Aula Municipal de Flamenco que, a pesar de su titularidad, celebrará sus actuaciones en el Centro Cultural Provincial (la Diputación, de hecho, participa también en la organización, a modo de cable para una mayor proyección de la ya señera iniciativa). La quinta convocatoria de la Bienal, de cuyos contenidos se anunció un avance en la pasada edición de Fitur, dará su primer paso el viernes 3 de marzo en el Teatro Cervantes con la gala inaugural, un más que prometedor homenaje a La Paula a cargo de La Lupi con artistas invitados del calibre de Miguel Poveda, Juan de Juan y Virginia Gámez. A partir de aquí y hasta el 9 de septiembre tendrán lugar unos ochenta conciertos con unos trescientos músicos convocados en numerosos escenarios de la provincia; entre los espectáculos ya anunciados destacan Biznaga de Luisa Palicio, el tributo que Bonela hijo rendirá a El Chino, Torera de Úrsula Moreno (que también se estrenará en el Cervantes capitalino) y el de clausura, Mairena Sinfónico, que reunirá a José Valencia, Jesús Méndez, Farruquito y la Orquesta Sinfónica Provincial en un singular memorial de tan canónico cantaor. En cuanto al Aula Municipal de Flamenco, el calendario vuelve a quedar fijado los lunes: el próximo, día 27, abrirán fuego Chaparro de Málaga, María José Bueno y Niño de Chaparro, y a partir de aquí desfilarán figuras del talento local como el citado Bonela hijo, Paqui Corpas, Andrés Cansino, Soledad Navas, Rafael Sánchez, Rosa Linero, Pepe Satorre, Amparo Heredia, Isabel Guerrero y el Cuadro Flamenco de Antonio Soto. Queda por delante, por tanto, cante, toque y baile para consuelo de los aficionados en un territorio en el que, muy a pesar de la reivindicación constante de sí como matriz del género, al flamenco todavía parece costarle especialmente incorporarse al (presunto) esplendor cultural de Málaga.

Que en los últimos años se han dado pasos notorios para la definición de Málaga como espacio flamenco nadie lo pone en duda. La misma Diputación provincial, dentro de la programación de actos de la Bienal, inaugurará próximamente su Cátedra de Flamenco en la Universidad y el tercer Seminario Internacional de Flamenco, que en las pasadas ediciones trajo a sus aulas a buena parte de los creadores más respetados del género. En cuanto a la gestión municipal, el Ayuntamiento facturó el año pasado una maniobra más que oportuna con la extracción del Festival Ciudad de Málaga del Recinto Ferial (una actuación que venía siendo demandada desde hacía años) y su celebración en la calle Alcazabilla, al aire libre, con gran éxito de público. Sin embargo, y lamentablemente, todas estas actuaciones parecen más dirigidas a la elevación de escaparates y a la aportación de cierto oxígeno al tejido local que a la verdadera construcción de una cultura flamenca en Málaga. Resulta un tanto frustrante, de entrada, comprobar cómo los artistas más influyentes del flamenco dejan fuera cada vez con más frecuencia a la ciudad y a la provincia fuera de sus agendas, una situación que se corresponde con la ausencia de programadores de flamenco y con la evidencia de que los que había se marcharon a otras plazas más favorables. Las actuaciones de flamenco que incluye el Cervantes a lo largo del año pueden contarse con los dedos de una mano, mientras que la consagración del Teatro Cánovas a los espectáculos infantiles ha dejado el ciclo Flamenco Viene del Sur en Málaga en una cuestión anecdótica (nada se sabe aún del cartel de este año), más aún si se compara con la programación del mismo ciclo alojada en el Central de Sevilla. De este modo, ofertas como la Bienal y el Aula Municipal, promocionadas en virtud de la excepcionalidad, no vienen a ser más que trasuntos de lo que debería ser una programación habitual a lo largo del año. La iniciativa privada, salvo excepciones como el nuevo Teatro Flamenco de El Soho, tiene las manos atadas: a pesar de la afluencia turística, las dificultades para la música en directo fuera de los márgenes de la administración convierte cualquier proyecto en un calvario.

Cuando el Museo Picasso abrió sus puertas en 2003, La Repompa afirmó que lo único que le faltaba era "un tablao". Y no le faltaba razón, como no deja de resultar significativo que las actividades de flamenco del museo vayan más dirigidas a programadores que al público general. Salvo las escasas actuaciones de danza en el Pompidou, los nuevos museos tampoco han mostrado mucha atención a un género capaz de dialogar con lo que sea. Pero no está claro que con el duende dormido la marca cultural haga aquí justicia.

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