Cultura

Pendientes del Auditorio

  • La Orquesta Filarmónica de Málaga celebra su vigésimo aniversario con un presente que satisface las expectativas con las que fue creada y un futuro que pasa por la necesaria apertura de nuevos espacios

Habrá quien piense que veinte años dan para mucho, pero en lo que a materia cultural se refiere, sobre todo en la especialidad de carrera de fondo, no son más que un suspiro. En febrero de 1991 nació la Orquesta Ciudad de Málaga, hoy Filarmónica de Málaga (OFM), con unas expectativas ambiciosas que dos décadas después se ven razonablemente satisfechas: la agrupación no sólo garantiza una programación de música sinfónica de calidad en la ciudad durante toda la temporada, sino que ha logrado hacerse con un nada despreciable número de abonados (con sus más y sus menos, el colchón de público y los aforos llenos del Teatro Cervantes están garantizados para cada concierto) y, lo que es más importante, ha logrado convertirse en agente imprescindible, en verdadera posición de eje, de la vida cultural malagueña; y no sólo por sus programas de abono, que a lo largo de su historia han sido de lo más variopinto, sino también (y habría que decir especialmente) a través de sus actividades (grabaciones, óperas, conciertos en diversos escenarios españoles) y propuestas como el Ciclo de Música Contemporánea, el Festival de Música Antigua, el Ciclo de Música de Cámara y el último y afortunado eslabón de la cadena: la Joven Orquesta Barroca de Andalucía. Cabe concluir, además, que la presente temporada, muy a pesar de la más que delicada situación económica y de los consecuentes recortes, está contribuyendo como pocas a la consolidación de esta tendencia: tras algunos años (los últimos en los que estuvo al frente el director Aldo Ceccato y el posterior paréntesis con batutas invitadas) de incertidumbre con respecto a la conexión con el público, los programas diseñados por Edmon Colomer, distribuidos por núcleos y con una presencia notable de compositores del siglo pasado, parecen haber ganado el favor del respetable y de la crítica. El Ciclo de Música de Cámara también parece haber encontrado una sede apropiada en el Museo Picasso, aunque aún cabe desear lo mismo para el Festival de Música Antigua, cuya próxima edición, según fuentes de la propia orquesta, no quedará inmune a los recortes.

Pero esta consolidación, incontestable a pesar de que hace veinte años no eran pocas las voces que criticaban la proliferación de orquestas sinfónicas por España, sólo puede traducirse, especialmente si se trata de un proyecto cultural a largo plazo como el que aquí ocupa, en la necesidad de seguir avanzando. Y también es cierto que, si bien la OFM ha satisfecho las expectativas con las que fue creada, para que su crecimiento continúe debe entrar en juego un elemento que señalan sin dudarlo todos los agentes implicados: el Auditorio. El gerente de la orquesta, Juan Carlos Ramírez, lo explica de manera clara: "El crecimiento de la OFM pasa necesariamente por el Auditorio. Si queremos que se produzcan intercambios con orquestas, necesitamos un espacio apropiado. Si queremos ensayar con todas las garantías acústicas y con toda la comodidad posible, necesitamos un espacio apropiado. Si queremos trabajar a fondo con el coro y desarrollar el repertorio en esa dirección, necesitamos un espacio apropiado. Todos los proyectos importantes, actualmente, pasa por que dispongamos de ese espacio". O dicho de otra manera: para que las expectativas que hoy surgen en torno a la orquesta adquieran la debida satisfacción en el futuro, hará falta un lugar que haga posible tomar las medidas necesarias. La tan deseada proyección de la OFM en España y en Europa presenta una condición inexorable: que Málaga disponga de una infraestructura capaz de acoger a orquestas procedentes de otras ciudades en las que posteriormente puedan actuar los maestros de la Filarmónica. Como además recuerda Ramírez, muchos de los proyectos que Edmon Colomer espera desarrollar en Málaga precisarían del Auditorio para su puesta en marcha. Gran parte de los mismos son de carácter pedagógico (quizá otra de las asignaturas pendientes, o cuanto menos a reforzar, por parte de la OFM), pero otros pretenden multiplicar la visibilidad de la orquesta fomentando, por ejemplo, las confluencias posibles entre los distintos ciclos y festivales. También resulta evidente que la proyección de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía, una de las iniciativas más importantes de la OFM que viene a ocupar además un hueco prolongado durante demasiados años, necesita de un espacio suficiente para que los músicos-alumnos puedan celebrar de manera satisfactoria sus procesos de formación (hoy, esta responsabilidad está repartida entre varios espacios provisionales) y los encuentros con los profesores. Por no hablar de la temporada lírica, en la que la Orquesta Filarmónica participa tradicionalmente de forma activa, y cuya ampliación es desde hace años una exigencia por parte de diversos sectores de la vida cultural y social malagueña.

Sobre el futuro del Auditorio, el mismo Ramírez se muestra cauto. Es cierto que las administraciones implicadas (Ayuntamiento, Junta de Andalucía y Ministerio de Cultura) han reducido sus partidas presupuestarias para este año, pero la cantidad acordada "es suficiente, o al menos eso dicen las administraciones, para convocar el concurso de ejecución, que es lo que debe ponerse en marcha cuanto antes". Lo que ocurra a partir de 2012 ya será otro cantar, y aquí Ramírez se muestra pragmático: "No sabemos lo que ocurrirá, no sólo respecto al Auditorio sino a cualquier otro orden cultural". La OFM se sostiene mediante un consorcio, formado al 50% por el Ayuntamiento y la Junta, en el que los recortes en los últimos dos años han sido más que abultados. Pero no cabe más remedio que ser optimistas: aun con todo en contra, ni la Filarmónica ni el Auditorio tienen vuelta atrás. Todo volverá a depender de la bendita paciencia del aturdido melómano malagueño.

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