Luis Leante. Novelista

“Venimos de una tradición barroca por la que se ve mal la sencillez”

  • El escritor se acerca a la cultura turca en ‘La luna roja’, una ficción que ahonda en los vínculos entre literatura y vida a través de la relación de un novelista y su traductor

Dos años después de obtener el Premio Alfaguara con Mira si yo te querré, el murciano Luis Leante (Caravaca de la Cruz, 1963) explora los vínculos entre vida y literatura en La luna roja, un complejo puzzle narrativo protagonizado por un escritor turco, Emin Kemal, y su traductor, un autor frustrado que responde al nombre de René Kuhnheim. Y como en su novela anterior, la inventiva del escritor se estimula ante paisajes alejados de la monotonía.

–Sus novelas son muy cosmopolitas. Después de ambientar su libro anterior en el Sahara, esta obra transcurre en Alicante, Madrid, Múnich, Estambul... Nada que ver con la literatura apegada al terruño del pasado.

–Yo me alimento de lo que leo, pero también de lo que vivo, de los viajes. Me gustan las culturas que son diferentes a la nuestra, pero también las cosas que las unen. Entre la cultura otomana y la nuestra hay muchas cosas que nos separan, pero también en común. A mí me atrae encontrar en los libros mundos que no conozco. Es curioso: empecé con una historia que se desarrollaba en mi pueblo, Caravaca de la Cruz, era una tragedia griega ambientada allí. Y luego me fui despegando, haciéndome más cosmopolita.

–La luna roja empieza como una novela de intriga: alguien recibe una misteriosa llamada de teléfono y poco después está ante un cadáver. Pero el libro es mucho más que eso...

–Efectivamente. El arranque es un guiño literario a la novela policiaca, a la novela negra. El libro habla de literatura, pero no quería que eso condicionara la forma de contar la historia.

–Al personaje femenino, Derya, lo presenta como una femme fatale. En una de las primeras escenas pide al protagonista que mate a su marido.

–Es un personaje con mucha fuerza, una mujer perversa, llevada al extremo, pero sin perder el hilo de la realidad. Se basa en mujeres que he conocido y que se parecen a ella, personas ambiciosas que se arriman al poder para sacar beneficio.

–Y en medio de esa mujer hay dos hombres en los que, parece, ha volcado mucho de sí mismo.

–Es cierto que René y Emin Kemal, aun siendo personajes ficticios, tienen muchas de mis experiencias. Yo, por ejemplo, he sentido algo parecido a cuando Emin Kemal se mete en la literatura y la literatura lo absorbe tanto que sólo considera real aquello que ha escrito. Digamos que Emin Kemal sería mi reflejo en la actualidad y lo que podría pasar conmigo, y René tiene algo de esas etapas en las que buscar tu camino era una tortura.

–La novela tiene muchas similitudes con Mira si yo te querré, en la estructura de saltos en el tiempo y la elección de escenarios exóticos.

–Es la forma en que a mí me gustaría que me contaran las historias y la forma en que lo hago. Genera complicidad con el lector, porque no le das todo masticado, tiene que hacer un esfuerzo por ir reconstruyendo la historia según las fases que le vas entregando.

–Parece que tiene que estar justificándose siempre por la economía de su narrativa, en este país tan barroco, como si fuera un pecado.

–Yo creo que se confunde la sencillez con lo vulgar. Pero para tener ese estilo llano, sin obstáculos, he necesitado muchos años de trabajo y de poda. Es más importante lo que se queda en el camino que lo que queda en el papel. Pero venimos de una tradición barroca que hace que se interprete mal.

–En el club de lectura que visita el protagonista, éste se confiesa cansado de tanta teoría literaria. ¿Es ésa una impresión compartida con el autor?

–Totalmente. Vengo del mundo académico, estudié Filología y tuve que hacer muchos trabajos y comentarios de texto, y creo que el exceso de teoría le quita frescura a la obra. La literatura hay que mirarla con ojos puros, sin pensar si tiene influencias de esto o de lo otro, si está escrita en primera o tercera persona, si tiene flashbacks...

–He leído que hace storyboards antes de escribir algunas escenas.

–Yo hacía el storyboard antes de saber lo que era. Cuando tenía 20 ó 21 años dibujaba la habitación, los personajes que se movían, el mobiliario que iba a describir. Años después descubrí que los directores lo hacían, pero yo llegué a esa idea de una manera primitiva.

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