Cultura

Víbora del desierto, reina en Palmira

  • La periodista Cristina Morató presenta hoy en el Instituto Municipal del Libro su obra sobre la condesa Marga d'Andurain

Una mañana de diciembre de 2006, la periodista barcelonesa Cristina Morató, reportera de viajes para prensa y televisión y autora de diversos libros sobre grandes exploradores de África y Oriente, recibió la llamada de Jacques d'Andurain, héroe de la resistencia francesa. La experiencia que aquel hombre de 92 años había ganado en la Segunda Guerra Mundial le habría bastado para varios libros, pero Morató había perseguido aquella llamada durante meses por otro motivo: su interlocutor era hijo de la condesa Marga d'Andurain, una de las aventureras más intrépidas pero también más polémicas del pasado siglo, traficante de opio, primera mujer occidental en entrar a La Meca, prisionera en un harén en Arabia, acusada de asesinato y fallecida en aguas de Tánger en circunstancias nunca aclaradas. Morató quería el testimonio de Jacques d'Andurain, único testigo vivo de las andanzas de su madre, para completar el libro de memorias en el que trabajaba. Dicho y hecho: el resultado, Cautiva en Arabia (Plaza & Janés), será objeto de presentación por la propia Cristina Morató y el escritor Guillermo Busutil hoy a las 20:00 en el Museo del Patrimonio Municipal (Paseo de Reding, 1). El acto servirá además para inaugurar el ciclo Viajeras, que se suma a la programación del Instituto Municipal del Libro.

Marga d'Andurain nació en 1893 en la calle Victor Hugo de Bayona, en el seno de una próspera familia de la burguesía vasca. Ya de niña exhibió su carácter díscolo hasta el punto de que sus padres, aterrados, la mandaron exorcizar en la Catedral de la misma ciudad. A los 17 años se casó con su primo Pierre d'Andurain, que en 1914 se alistó en el 49 Regimiento de Infantería de Bayona para combatir en la Primera Guerra Mundial. El rango militar de su esposo le permitió a Marga poner en práctica los sueños de viajes y aventuras que había alimentado desde muy niña. Así, tal y como cuenta en su libro Morató, la protagonista viajó desde su Bayona natal a El Cairo, Beirut, Damasco y Tánger. Entre 1927 y 1936 regentó junto a su marido el Hotel Zenobia en Palmira (Siria), donde se hizo pasar por condesa y donde ejerció como amante del coronel Sinclair, del servicio de inteligencia inglés en Palestina. El título nobiliario debió saberle a poco y pronto pasó a ser conocida como la reina de Palmira.

A pesar de su complexión delicada y su gusto por la moda, que practicó en los entornos menos favorables, d'Indurain llevó su vocación aventurera a extremos cómplices de la polémica. Después de que sirviera de espía para los británicos, y una vez muerto su esposo, se propuso nada menos que ser la primera mujer occidental que entrara en La Meca. Se convirtió al Islam, se casó con un beduino llamado Soleiman y se involucró en una caravana hacia el mismo corazón de Arabia. Y allí fue acusada de asesinar nada menos que a quince personas. El diario L'Humanité recogía así la noticia en un titular: "Por hierro o por veneno, la bella marquesa debe de haber suprimido a quince personas". Antes, se había hecho pasar por varón y logró entrar en La Meca, aunque fue descubierta y encerrada primero en un harén (donde siguió vistiendo modelos parisinos y abrigos de visón e incluso diseñó vestidos de corte occidental para sus compañeras) y luego en la terrible prisión de Yidda durante un año, tras el que fue condenada a muerte. Tras escapar in extremis, y lejos de escarmentar, d'Andurain traficó con opio en el París ocupado por los nazis y murió en 1948 cerca de Tánger, cuando fue arrojada por la borda del barco en el que realizaba el contrabando. El matrimonio francés formado por Hans y Hélène Abele fue declarado culpable del asesinato en un juicio en la misma Tánger. Antes, Marga d'Andurain, la condesa que nunca fue, tuvo tiempo para concluir sus memorias, Le mari-passeport. Y agarró el siglo por el cuello.

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