Cultura

Voces y experiencias propias del Cirque du Soleil

  • Cuatro de las estrellas del espectáculo 'Quidam', que ahora está en Lisboa pero llegará a Málaga el próximo 5 de junio, cuentan sus vidas en el circo

Una tarde cualquiera para los artistas que integran el espectáculo Quidam del Cirque du Soleil tiene como escenario la segunda carpa del complejo del circo. Entre equipos de musculación, los vestuarios, la guardarropía y un gran espacio para los ensayos, también hay un lugar en el que relajarse o seguir estudiando. Unos sofás cómodos son el sitio perfecto para repasar el vídeo de la actuación de la noche anterior o para leer una novela -en las mesas se mezclan libros rusos, catálogos de exposiciones y revistas inglesas-. En mayo, Quidam está en Lisboa, y allí, en una tarde de tiempo variable, frente al Atlántico, se prestan a contar sus experiencias algunas de las estrellas del show: Cary Silvester, Kristina Besstchetnyi, Mark Ward, y Oliveira de Moura Graceline.

Cada uno de ellos tiene su historia personal en el Cirque du Soleil. Ellos se llaman a sí mismos quidammers, y eso y la pasión por actuar es lo que más les une. El estadounidense Silvester Cory abre Quidam con su número de rueda alemana, un esfuerzo físico que conquista por su energía. "Hay una gran responsabilidad en ello. Marco el tono del show, el ritmo, y tengo que captar la atención del público", comenta Cory.

"Creo que lo que aporto en Quidam es mi historia personal. A mí ver este espectáculo cuando era un crío cambió mi vida. Yo era de jugar a videojuegos y verlo me inspiró para actuar. Es como devolver aquello que me dio", relata Silvester Cory, que tras prepararse durante tres años en la Escuela Nacional del circo de Montreal envió una grabación al Cirque du Soleil, donde lleva actuando con el número que le fascinó en su adolescencia desde 2006.

La brasileña Oliveira de Moura Graceline, Gracie para todos los quidammers, comparte con Cory el haber soñado durante mucho tiempo el formar parte de Cirque du Soleil. "Todos mis sueños se han cumplido, aquí encontré a mi marido y trabajamos juntos -ambos forman parte del número de las cuerdas lisas-. Tenía la sensación de que era mi destino", reconoce entre risas, mientras al fondo no paran de llegar compañeros para entrenar. Al lado, el malabarista estadounidense Steven Ragantz sonríe mientras estudia el vídeo de la pasada actuación con la mirada fija, atento: "Me moví demasiado", dice ladeando su cabeza.

Gracie da una clave sobre su trabajo: "Tengo que disimular el esfuerzo, siempre estoy sonriendo aunque esté haciendo mucha fuerza". Más tuvo que sacrificarse para entrar en el Cirque du Soleil: tres audiciones y años de espera, tras haberse formado en la escuela de circo de Rio de Janeiro y haber abandonado sus estudios universitarios -su familia no le puso buena cara, confiesa-. Todo eso ocurrió tras ver un espectáculo por televisión de la compañía de Montreal.

"No recuerdo mi vida anterior", afirma tajante y sincera la joven Kristina Besstchetnyi, quien lleva casi toda su vida integrada en Cirque du Soleil. "A los 16 años, cuando me gradué, me entristeció la posibilidad de tener que abandonar el circo", reconoce. Y es que la artista rusa lleva integrada en la vida circense de la compañía de Quidam desde la infancia. Su padre se unió en 1995 a Cirque du Soleil, y ella y su madre su sumaron al año siguiente. Finalmente tomó la decisión de integrarse de pleno y no ser sólo la hija de un artista. Ahora, tras pasar por los cursos de formación, y tras años de preparación, es una de las estrellas de los aros aéreos, pese a que sufre de vértigo: "¡Aún me asusto cuando me monto en una montaña rusa!".

Todos, Cary Silvester, Kristina Besstchetnyi y Oliveira de Moura Graceline, saben qué es Quidam, sin ellos no sería igual, pero el alma del espectáculo está en Mark Ward, un bailarín estadounidense que lleva desde 1993 en la compañía y que en los últimos diez años es John, el personaje principal del espectáculo. "El personaje es difícil, pero es un privilegio pues yo toco al público y soy su guía. Soy como un niño atrapado en el cuerpo de un hombre", indica orgulloso Ward. "El público tiene que adivinar qué voy a hacer en escena, mientras yo trato de lograr el cariño de la niña, que es el objetivo de John", añade el bailarín.

Mark Ward sabe mejor que nadie qué esconde Quidam: "Es un sueño de emociones". Diez años actuando en el mismo espectáculo no significa hacer siempre lo mismo. "Trabajo para cambiar la cara del público. Tengo 42 años y llevo actuando desde los 11. Es un oficio y un privilegio. Puedo tener un día malo, puedo tener un problema, pero en cuanto pongo un pie en el escenario yo cambio", explica con la mirada fija para terminar con una gran sonrisa.

Si Mark Ward no hace acrobacias, ni números con aros o cuerdas, no significa que no tenga que esforzarse tanto como sus compañeros. Él es el primero en maquillarse -en ese tiempo se introduce en el personaje, mientras da forma durante dos horas al particular flequillo que lo caracteriza-, y su preparación es muy especial: "Mi forma favorita es tomar un café en la calle y observar a la gente. Sólo mirando es posible conocer a los demás, y luego uso todo eso que veo". El próximo 5 de junio Quidam estará en Málaga, y Mark Ward nos mirará para que su personaje nos sea más cercano: "Todavía busco nuevos trucos".

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