Cultura

Las cadencias de una vocación

  • A sus 23 años Antonio Berrocal puede presumir de ser un veterano en la percusión en Málaga, imparte clases y le reclaman en seis formaciones musicales

La mano derecha del director de orquesta puede pasar desapercibida para el gran público. Pero el profesional y el melómano de convicción saben que el ritmo que marca el percusionista resulta determinante para el desarrollo del concierto. Antonio Berrocal confirma esta tesis por experiencia propia. Apenas tiene 23 años pero ya lleva más de diez entregado a las cadencias de la percusión como profesional en seis formaciones musicales, y como alumno en el Conservatorio Superior de Música de El Ejido.

Le quedan cuatro años para terminar una carrera de 14 años, que le ha dado las bases para desarrollar una técnica que desde mucho antes conoció en la Banda de Música Miraflores-Gibraljaire. "Mi banda", califica en tono afectuoso para remitirse enseguida a lo recuerdos de un niño de diez años a quien su madre decidió un día probar suerte con él como músico dejando que se asomara a una de las bandas más señeras de Málaga. "Allí cogí la formación rítmica que tengo", asegura Berrocal. El resto lo perfecciona con asiduidad en las actuaciones que tiene con la Orquesta Sinfónica Provincial, la Filarmónica de Málaga (OFM), La Banda Municipal (goza de una beca de cuatro años) en la Orquesta jazzística de Miguel Pérez y en la recién creada formación de ensemble Andalusax, de la que es miembro fundador.

Entre tanto abanico de posibilidades, este joven malagueño se decanta por los platos y la libertad sonora que les ofrece. "Es de los pocos instrumentos que te permite darle la sonoridad que quieras", explica. Y por extraño que parezca, confiesa que el triángulo es de los más difíciles de dominar. "Tiene muchos sonidos armónicos y requiere mucha precisión", puntualiza.

Precisamente con este instrumento se estrenó hace tres años como colaborador de la OFM en el Cervantes y con La victoria de Welling, una de las piezas más complejas de Beethoven. Nueve percusionistas en el escenario "y los bombos afuera simulando una batalla con cañonazos", recuerda impresionado.

Entre timbales, campanólogos, bombos, bongós, congos, liras y marimbas del aula del Conservatorio, Berrocal se mueve como si se calzara unas zapatillas de andar por casa.

Una de las experiencias que mayor soltura le ha brindado como percusionista ha sido la ambientación musical a ritmo de pasodoble de las corridas de toros en la Feria de Málaga con la banda de Miraflores-Gibraljaire. "Tocar los platos de forma tan continuada te enseña mucho", admite Berrocal. Cuando se le pregunta por el lugar que ocupa el percusionista en la escalera profesional, no titubea. "Puede que sea poco conocido pero está muy reconocido", insiste.

Si los vecinos le dejaran montaría una maquinaria sonora en su habitación. Por ahora se conforma con practicar juegos de muñeca en una sencilla caja sorda. Por delante le espera un futuro que Berrocal se ha encargado de ensamblar con mimo y que va forjando a base de actuaciones y primeras producciones. "Estoy empezando a componer con un compañero que toca el trompo, algo de pop con raíces armónicas y mucha textura", define.

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