Cultura

Las cartas de Gil de Biedma

Pasada la agria polémica en torno a la película que recreaba, cuando menos parcialmente, la vida de Jaime Gil de Biedma, es tiempo de recuperar un perfil del hombre que trascienda la dimensión sexual del poeta -muy importante en su caso, pero insuficiente a la hora de comprender una personalidad tan compleja- para darnos una imagen más completa e iluminadora de su contribución literaria, de sus gustos, intereses y opiniones, del universo de referencias que late bajo una obra poética inusualmente breve que ha marcado a los lectores de varias generaciones. Esto es lo que nos importa y lo que le importaba a él, que fue deliberadamente ambiguo en sus poemas y nunca quiso pregonar su homosexualidad más allá de su círculo de amigos. No hace falta haber pertenecido a él para imaginar el profundo disgusto que se habría llevado si hubiera alcanzado a verse retratado como cónsul de Sodoma.

Impecablemente editada por Andreu Jaume, esta Correspondencia reúne una amplia selección de las cartas literarias de Gil de Biedma, que fue un corresponsal perezoso pero cumplidor, tan riguroso en sus textos epistolares como en las mejores páginas de su obra crítica. Disponíamos de recopilaciones parciales, como la extraordinaria serie de cartas intercambiadas entre el poeta y Juan Ferraté o las divulgadas en los números monográficos de Litoral, Renacimiento y Revista de Occidente, además de las incluidas por el autor en el Diario del artista en 1956 o las citadas en la minuciosa y deslenguada biografía de Miguel Dalmau. Esta oportuna recopilación reúne todas las cartas conocidas e incluye muchas otras inéditas, trazando un vasto panorama que permite reconstruir buena parte del itinerario vital e intelectual del poeta, desde su último curso de Facultad en 1951 hasta el año de su muerte en 1990.

Están los viejos amigos como Carlitos Barral, Juan Marsé, los hermanos Ferrater o los Goytisolo, y compañeros de viaje como Caballero Bonald o Valente, pero también aparecen autores de la generación anterior como Jorge Guillén o María Zambrano, junto a personajes menos conocidos como Gustavo Durán y muchos de los poetas entonces jóvenes -los de la generación de los ochenta, para quienes fue un maestro- que empezaron a leer a Gil de Biedma cuando éste casi había abandonado la escritura de versos. En sus cartas, más allá de la polémica y del mito, el poeta se muestra como era en la conversación, lúcido, irónico, refinado e inteligente, tal vez algo pedante y con un punto de soberbia, al modo de sus amigos de la Escuela de Barcelona. Pero al margen de su valor testimonial, estas cartas ofrecen también, como señala Jaume, una excelente muestra del género epistolar cultivado "con un deliberado sentido estético". Es por eso que merecen figurar junto a los pocos libros del poeta como una de las formas, todas ellas valiosas, que adoptó su arte.

Jaime Gil de Biedma. Edición de Andreu Jaume. Lumen. Barcelona, 2010. 496 páginas. 23,90 euros.

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