Cultura

La espuma de las olas

  • Se cumplen 50 años de la 'nouvelle vague' y muchos de sus protagonistas aún siguen en la vanguardia del cine moderno

Esta semana se cumplen 50 años de la presentación en Cannes de Los 400 golpes, de François Truffaut, y de Hiroshima, mon amour, de Alain Resnais. Dos películas que cristalizaban el espíritu y las nuevas formas de la nouvelle vague, etiqueta de éxito acuñada por Françoise Giroud en 1957 en las páginas del semanario L'Express y que hacía referencia a las transformaciones sociológicas y generacionales en la Francia de mediados de los años 50.

Si Truffaut moría en 1984 a la temprana edad de 52 años, dejando incompleta una obra febril y arrolladora, Resnais vuelve hoy a la competición oficial de Cannes con Les herbes folles, en la que el veterano director de El año pasado en Marienbad, Providence o Mélò sigue empeñado en seguir en la vanguardia a través de la experimentación cromática con los nuevos formatos digitales ya iniciada en su anterior y deliciosa Asuntos privados en lugares públicos.

Lo mismo podríamos decir de una Agnès Varda (Cléo de 5 a 7) que ha prolongado la utopía de la cámera-stylo de Astruc a través de un comprometido y lírico cine-diario en el que la pequeña cámara mini-DV se convierte en una herramienta para filmar en primera persona, de Los espigadores y la espigadora a Les plages d'Agnes, su más reciente y autobiográfico trabajo. O del hermano mayor Eric Rohmer, quien, a sus 90 años, ha anunciado su retirada no sin antes demostrar la insobornable juventud de su cine con títulos como El romance de Astrea y Celadón, Triple agente o La inglesa y el duque, su particular contribución al futuro de la imagen digital a partir de los nuevos vínculos entre el cine, la pintura y la Historia.

Más fieles a su propio universo, Jacques Rivette y Claude Chabrol aún siguen en la brecha con sus nuevas y celebradas películas. Si el primero ponía de acuerdo a buena parte de la crítica internacional con la sobriedad emocional de la balzaciana La duquesa de Langleais, Chabrol parece haber recuperado el favor de los suyos (portada del Cahiers francés del mes de marzo) con Bellamy, su nuevo policíaco protagonizado por el indomable Depardieu.

Recluido en su taller suizo, lejos del mundanal ruido de la industria y fiel a su insobornable y lúcido solipsismo, Jean-Luc Godard tiene ya listo su último ensayo cinematográfico. Socialisme propone una nueva visita a la Historia y su representación a través de su reconocible mirada-collage y con el montaje como herramienta esencial para la declinación de conceptos y la construcción de sentido.

Si críticos, historiadores y cineastas (Tavernier al frente) de generaciones posteriores han rehabilitado buena parte del cine francés denostado por los jóvenes turcos, la edición en DVD ha conseguido visibilizar también a cineastas que siempre aparecieron en una segunda línea de fuego en la nouvelle vague. Así, por ejemplo, sendos cofres han recuperado recientemente en Francia al olvidado Jacques Rozier, cuya Adieu, Philippine aparece siempre como uno de los filmes-faro de la época. Lo mismo puede decirse del desaparecido Jacques Demy, cuya personalísima trayectoria, adscrita a una particular reescritura del cine musical, puede disfrutarse hoy en su integridad gracias a la inmensa labor de restauración de un cofre con 13 DVD que incluye numeroso e impagable material extra.

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