Cultura

¿Para qué inteligencia en tiempos de penuria?

El refrán que decía "si no puedes vencerlo, únete a él" tuvo una siniestra interpretación en El rinoceronte de Ionesco: mejor convertirse en un bicho, sumándose a la mayoría que ya se ha transformado en rinoceronte, que seguir siendo un solitario y raro ser humano. Esto tiene que ver con Hulk, sufriente super héroe que como el Dr. Jeckyll teme su conversión en la bestia (en este caso verde); y que como Frankenstein sufre cuando su cerebro humano se halla confinado en un cuerpo monstruoso. Pero también tiene que ver con esta segunda entrega que parece hecha para negar la primera, dirigida por el gran Ang Lee: fracasada a medias, denostada por muchos fans del cómic y por casi todos los amantes del cine de efectos especiales, pero sugestiva y hermosa como pocas películas inspiradas en tebeos lo han sido. Como los personajes de Ionesco los directivos de Marvel, la poderosa editora de cómics que ahora controla las versiones cinematográficas de sus productos, han preferido hacerse rinocerontes del cine ruidoso y superficial en el que mandan los efectos especiales a insistir en la poco taquillera humanidad y refinamiento visual que Lee aportó a la primera entrega.

Y aún el refrán y su siniestra interpretación a cargo de Ionesco tienen una tercera aplicación a esta película. Su director, el francés Louis Leterrier, tiene una biografía tan sobrada de éxito como falta de gloria: hijo del auténtico Jeckyll-Hyde François Leterrier (intérprete de Un condenado a muerte se ha escapado y director de Goodbye Emmanuelle) es amigo y colaborador de Luc Besson (fue su asistente en la infumable Juana de Arco) y se ha formado junto a Crey Yuen (The Transporter, producción de Besson) o Alain Chabat (Asterix y Obélix. Misión Cleopatra), debutando al dirigir a Jet Li en Unleashed para proseguir con la segunda parte de Transporter (ambas producciones de Besson) y consagrarse con esta apostasía de lo que Ang Lee aportó a la primera entrega de Hulk. Como los rinocerontes de Ionesco, Besson y Leterrier representan ese cine europeo que, no pudiendo vencer al peor cine americano que triunfa en las pantallas, lo imitan o se unen a él.

De cara a la taquilla, estando las cosas como están y siendo el público el que es, los de Marvel han hecho bien mandando a Ang Lee a hacer puñetas y Leterrier ha acertado al no tener de francés más que el nombre y el apellido: la película está teniendo una triunfal carrera económica. Si en cambio pensamos en términos de cine -no de cine de autor, sino de buen cine comercial- se retrocede de una película sugestiva e inteligente -el Hulk de Lee- a un juguete o videojuego basto, previsible y aburrido, en el que mandan de forma abrumadora los efectos especiales. Pero, ¿quién piensa en términos de buen, honrado e inteligente cine comercial? Ya lo dijo Hölderlin: "¿Para qué poetas en tiempos de penuria?".

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