Cultura

Entre melodías tóxicas

  • La animación más gamberra visita el Fancine de Málaga de la mano del norteamericano Bill Plympton y su cinta 'Idiots and Angels'

De western, ciencia-ficción, drama, acción, terror… e indie. La tendencia a clasificar las películas por su género, además de suponer el alivio de los reponedores de las estanterías de las grandes superficies y el desespero de los críticos, da lugar a equívocos como el siguiente: establecer el cine independiente, hecho al margen de los estudios, como un género en sí mismo. Lo que en principio es sinónimo de libertad, se transforma en un corsé donde se confunden las churras con merinas y el cine indie es una etiqueta más para diferenciar a determinados productos en un mercado saturado, dirigido a un público que no toleraría encontrarse In the mood for love al lado de Independence Day, por aquello del orden alfabético.

Así, el cine indie cae una y otra vez en lugares comunes de idiocia generalizada, aplaudido por un sector de crítica y público cada vez más aborregado. Sin embargo, la existencia de autores como Bill Plympton hace que nos reconciliemos con el dichoso apelativo.

Si existe un cineasta que recoja las virtudes de la independencia y las posibilidades creativas de no tener que satisfacer a nadie más que a uno mismo (y a un público que se hace militante con el paso del tiempo), ese es Plympton, cuyo último largometraje, Idiots and Angels, podrá ser degustado por todo aquel que se pase por el Fancine de Málaga.

Nacido en Portland en 1946, pero curtido en New York, Plympton demostró muy pronto su capacidad por el dibujo y la animación. En la Gran Manzana publicó su trabajo en numerosos medios, desde el New York Times al Vogue pasando por Vanity Fair. Plympton conoció los entresijos de la animación colaborando en Boomtown (1985), un corto del maestro Jules Feiffer. Animado por la experiencia realiza sus primeros trabajos. En 1987, el éxito llama a la puerta de Plympton en forma de hombrecillo dorado: su cortometraje Your Face gana el Óscar al mejor trabajo de animación y lo sitúa en el mapa.

Su estilo, hiriente, salvaje, musical y ácido no pasa inadvertido para la MTV, para la que desarrolla trabajos en absoluta libertad. Con el dinero del canal musical en el bolsillo, Plympton desarrolla su primer largometraje, The Tune (1992). A partir de ahí, el cineasta alternará cortometrajes con largos, todos pagados de su propio bolsillo y con una dedicación total.

Alejado del circuito comercial de exhibición, su presencia en los festivales se multiplica con los años. Un reducido equipo ayuda a Plympton en sus trabajos, que aún hoy se elaboran artesanalmente. Fiel a sus principios, no renuncia a trabajar para el mainstream (como su colaboración con el rapero Kanye West en el videoclip Hard'Em Say) si con ello da rienda suelta a su excesivo sentido del humor. Cruce impío entre Walt Disney, Buster Keaton y Russ Meyer, Plympton es un artista necesario en un mundo dominado por el yugo de lo políticamente correcto, así que disfrútenle mientras podamos.

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