Cultura

"No me da miedo enfrentarme sola al público, sino enfrentarme a mí misma"

  • Rocío Molina lleva hoy al Teatro de la Maestranza de Sevilla, dentro de la Bienal de Flamenco, su montaje 'Cuando las piedras vuelen' · Para el director del certamen, la malagueña es "la Rafa Nadal de la danza"

Primer domingo de Bienal. Ocho y media de la noche. Teatro de la Maestranza. Aforo para casi dos mil aficionados. "Apuesta segura a caballo ganador" para una velada con mayúsculas dentro de la programación, dice Domingo González, director del festival. La elegida es Rocío Molina (Málaga, 1984) -"la Rafa Nadal de la danza flamenca", en palabras del responsable de la muestra-, una bailaora-bailarina-coreógrafa a la que se le acumulan los premios, los proyectos y los elogios. Aunque hay felicitaciones que pesan más que otras, como la del maestro Mijail Baryshnikov, el tótem viviente del ballet contemporáneo, que se arrodilló ante esta joven, en su camerino, para felicitarla al término de la presentación de Oro Viejo en el City Center de Nueva York, dentro del USA Flamenco Festival 2010. Lo dicho: apuesta segura. Porque aunque lo de esta noche sea nuevo, lo que Rocío Molina garantiza es su personalísimo sello: coreografías sorprendentes, sutiles unas, rotundas otras, impregnadas de poesía, impecables y exigentes técnicamente, y un trabajo musical y escénico de primer nivel.

Su figura menuda y su cara aniñada pueden llevar a confusión, pero, a sus 26 años, posee una carrera creativa e interpretativa forjada a través de una curiosidad y talento innato, sumados al tesón de la exigencia y el diálogo con pesos pesados de la danza flamenca actual, como María Pagés, Israel Galván o Antonio Canales. Su Oro viejo y su participación en Mujeres, donde compartió cartel con Merche Esmeralda y Belén Maya, la convirtieron, ya la pasada Bienal, en el presente del futuro del baile flamenco.

Hoy, dos años después, la misma Bienal ha querido recibirla a lo grande. Le reserva "el espacio de confirmación profesional", apunta González, el Maestranza. "Presentarme sola en este teatro era una meta para mí", comenta la intérprete, que recuerda que se sentó en las butacas del coliseo del Paseo Colón por primera vez con 13 años, junto a su madre, "y ya entonces estaba nerviosa".

Para su regreso a la capital andaluza, Rocío Molina presenta Cuando las piedras vuelen, un montaje con tintes autobiográficos gestado en el laboratorio de ideas que es el Teatro La Laboral de Gijón, en coproducción con el Principado de Asturias, la Comunidad de Madrid y Gachi Producciones. El teatro asturiano acogió, hace casi un año, el estreno de la nueva propuesta de la malagueña, que también se pudo ver el pasado mayo en Madrid.

Por primera vez, la coreógrafa cuenta en su equipo con la dirección escénica de Carlos Marquerie, una colaboración que surgió "por necesidad", reconoce. "No tenía las cosas claras, he vivido momentos difíciles, de cambios y necesitaba abrirme... Y Carlos me ha enseñado a sacar todo esto hacia fuera", elogia Rocío del dramaturgo y miembro fundador de la compañía La Tartana Teatro. "Le he enseñado cómo habitar el silencio en un espacio con tanto espacio como es el escenario de un teatro. Y yo, he aprendido de la musicalidad del flamenco", explica el director de escena sobre un proyecto "enriquecedor para ambos".

Marquerie le ha enseñado a "volar", una sensación que el espectador sentirá a a través del baile etéreo de Molina así como por las proyecciones audiovisuales que acompañarán su coreografía. "Hay mucha moda audiovisual, así que nos planteamos este recurso sólo cuando fuera necesario. Habrá un juego de cámaras que captarán el baile de Rocío desde distintas perspectivas y tres vídeos de búhos, un animal muy melancólico y nocturno", adelanta Marquerie. Confiesa también el director de escena en la nota que escribe para la presentación que tras ver bailar a Rocío se va a la cama "con imágenes de grandes piedras, rocas que parecen palpitar, respirar, y entre ellas es como si naciera la esencia del movimiento, como si estuvieran a punto de romperse en pedazos para alumbrar un baile: un baile hermoso". Una coreografía donde Rocío Molina es la única protagonista, ya que prescinde del cuerpo de baile que le acompañó en Oro viejo. "No me da miedo enfrentarme sola al público, sino enfrentarme a mí misma", dice.

En cuanto al apartado musical, como es habitual, Rocío Molina se acompaña de la voz de la cantaora trianera Rosario Guerrero La Tremendita, en la dirección y los arreglos de cante, mientras la música original y las guitarras son responsabilidad de Paco Cruz y Juan Suárez Cano.

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