Arte Retrospectiva de un testigo malagueño del siglo XX

La mirada afligida

  • El Palacio Episcopal inauguró ayer una amplia exposición consagrada a Joaquín Peinado · Los fondos proceden del museo rondeño del artista, actualmente en reformas

Quienes asistieron a los horrores del siglo XX no pudieron evitar el contagio de aquella aflicción a todo cuanto miraron. Un ejemplo clave es el de Joaquín Peinado (Ronda, 1898 - París, 1913), artista que supo aunar los lenguajes estéticos de su época con singular maestría y cuya experiencia en primera línea de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial le movió, irremediablemente, a ensombrecer una obra enigmática a veces, ansiosa de esperanza otras, siempre dispuesta a la belleza. El Palacio Episcopal celebró ayer la inauguración de la exposición Tan fina y seriamente ¿quién te ha pintado? Joaquín Peinado (1898-1975), cuyo título ha sido tomado de un poema de Rafael Alberti dedicado al pintor y dibujante y que presenta una amplia retrospectiva, con 98 piezas procedentes del Museo Joaquín Peinado de Ronda, actualmente en reformas. La muestra, organizada por la Fundación Unicaja junto con la Consejería de Cultura de la Junta y comisariada por Mariluz Reguero, podrá visitarse hasta el próximo 15 de junio.

De manera simple, y tal y como apuntó ayer en la presentación de esta exposición la directora del Museo Peinado, Emilia Garrido, puede concluirse que con la misma el centro rondeño "ha viajado a la capital malagueña", una circunstancia que, según Reguero, "habría gustado al propio Peinado, de quien mucho se habla pero del que en realidad se sabe muy poco". En las instalaciones de la Plaza del Obispo, y a través de los 47 óleos y los 51 trabajos en papel, la percepción se diluye entre las diversas tendencias de los últimos cien años: el cubismo, el surrealismo, la tradición académica y una pulsión equilibrada entre lo figurativo y la abstracción (que evidencia, de camino, lo baldío de muchos enfrentamientos actuales al respecto) constituyen un discurso diverso pero de unicidad interesante. El resultado global es la revelación absoluta de un pintor poco condescendiente, que, como su amigo Picasso, quiso probarlo todo para no trascender en nada y que sin embargo mantuvo siempre el más alto nivel de exigencia, en una pulcritud heredada de sus años de formación en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde estudió entre 1918 y 1923.

La exposición del Episcopal está distribuida en nueve salas: la primera, a modo de bienvenida, presenta el último autorretrato del artista, de 1974, junto a una serie de fotografías; la segunda reúne otras instantáneas, esta vez con intención didáctica (fotos de familia, o con amigos como Pablo Picasso) y otros materiales históricos; la tercera está dedicada a los paisajes, género al que Peinado dedicó gran parte de sus energías y en los que se revelan ciertas intuiciones surrealistas; la cuarta sala acoge los bodegones, donde el cubismo se hace presente con miradas abiertas a Juan Gris y, de nuevo, a Picasso; en la quinta el protagonista es el dibujo, con estampas urbanas y un curioso recorrido sentimental por México; en la sexta sala campan los paisajes que revelan la vinculación de Peinado con la arquitectura, con unas marinas especialmente desoladoras; en la séptima sala conviven dibujos y pinturas para el alumbramiento de animales, bodegones y retratos, mundos como expresiones de libertad; en la octava, los desnudos y las ilustraciones eróticas despiertan de nuevo a Picasso, aunque menos mitológico y más procaz; nuevos retratos, deudores de un naturalismo agudo e imaginativo, completan el recorrido en la novena sala.

Y con el hallazgo de este testimonio artístico, el observador percibe que las obras van perdiendo color y estímulo conforme avanza el siglo XX en la paleta. La biografía de Peinado le delata: tras terminar sus estudios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el rondeño pasó a formar parte de la Escuela Española de París, pero mantuvo un fluido contacto con la vanguardia cultural que florecía entonces en su país de origen, tanto con la Generación del 27 como con su amigo Luis Buñuel (participó en la realización de Un perro andaluz y La edad de oro). Como republicano, sin embargo, fue perseguido posteriormente, primero en la Guerra Civil por los franquistas y luego en el París ocupado por los nazis. Afincado definitivamente en la capital francesa, de la que no regresaría hasta 1969 para una exposición en la Dirección General de Bellas Artes, gozó de cierto prestigio (fue nombrado por la Unesco delegado de la Sección de Pintores Españoles en 1946) que nunca llegó a materializarse en prosperidad económica: tan cara pagó su anhelada independencia. Murió en París el 13 de febrero de 1975, pobre y olvidado. Triste, como su pintura.

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