Cultura

"Una vez, el novio de una chica subió al escenario y me quería pegar"

  • El gran payaso del espectáculo 'Quidam' del Cirque du Soleil es este argentino de 34 años, un artista que lleva en la compañía desde 2004 y que se la juega cada noche llevando al público al escenario

"Me llevó tiempo darme cuenta", reconoce Guillermo Toto Castineiras (1973) sobre el hecho de ser payaso. Ahora, que ya lo sabe, es la estrella de Quidam, el espectáculo de Cirque du Soleil que llegará a Málaga el próximo 5 de junio. Cinco periodistas lo asediamos en Lisboa.

-¿Cansado de la pregunta típica de si estando mal cómo se hace la actuación?

-Lo hago malo [risas]. Ese es el beneficio del clown, que es la diferencia entre el actor y el clown: el actor compone un personaje y el clown es uno mismo. Uno viene con el material y lo pone en escena. Si uno viene malo sale medio mal, si uno viene mejor sale mejor. Todo es muy del momento, del aquí y ahora.

-¿Cómo son las reacciones del público?

-De todo tipo. Y esta compañía tiene algo muy bueno, que estamos viajando todo el tiempo, con públicos de mentalidad diferente. Generalmente te encuentras con gente difícil sobre el escenario, porque es gente normal, con sus problemas. Y te encuentras con los problemas.

-Sube a alguien a la pista, ¿qué ocurre?

-Lo comparo con trabajar con chicos, porque sacas a un señor de 50 años y de repente lo pones delante de 2.500 personas y sus reacciones son las de un chico en una reunión familiar. Se ve todo. Le miras a los ojos y sabes cómo eran cuando chicos. Hay gente que se niega a subir y yo sé que son buen material.

-¿Cómo sabe quién es buen material?

-Es parte del oficio el poder captar en pocos segundos la personalidad de la gente. Yo comencé en esto eligiendo a la gente por intuición. Empecé a los 14 años en las plazas, entendiendo qué hacía reír a la gente. Con el tiempo aprendes cosas de la gente.

-¿Todo está en la intuición?

-No es sólo intuición, también tiene que ver con una conexión en la mirada, cómo te dan la mano al subir al escenario. Para conocer a una persona se necesitan cinco segundos, para sabes qué pueden dar de sí. No sólo es psicología, también es como el trabajo de un director teatral. El vértigo de hacerlo en cinco segundos y estar con ellos diez minutos es lo bueno de este trabajo.

-En Quidam tiene dos números, ¿cómo ha llegado a ellos?

-Hubo un proceso un poco largo. Yo llegué a Montreal, donde había un clown que desarrolló estas dos rutinas. Las estructuras son muy básicas: una es una cita en un auto y la otra el rodaje de una película. Es muy clásico y tradicional. Armamos la estructura improvisando con gente de las oficinas, y con eso, y tras años trabajando, ya sabes cómo va.

-¿Existen trucos que le salven?

-Sí, hay una estructura dramática a la que agarrarse. Existen unas leyes, y para que se cumplan tienen que pasar algunas cosas, ciertos secretos para llevar la rutina donde tiene que estar en el momento justo.

-A los periodistas nos encantan los desastres, ¿alguna vez se le ha ido de las manos un número?

-Sí, en una ocasión sufrí un momento límite en el que tuve que cortar la rutina. Una vez un novio de una chica que estaba en el escenario subió y me quiso pegar. Ahí la magia se quiebra [risas]. Por más que uno le ponga huevos y lo trate de clamar el señor puede llevar un cuchillo en el bolsillo. Por suerte, tenía a la seguridad entre el público, así que uno juega, lo saca del escenario y termina el número como puede. De esos tienes uno cada cuatro años, es la mala suerte y los públicos imposibles de definir, como en China. ¿Dónde hay un chino cool?

-¿Y cómo se siente en los demás casos?

-La mayoría de las veces salgo embroncado del escenario porque no sale como tiene que salir, y otras veces se vuelve muy interesante.

-¿Todos nos reímos de lo mismo?

-Sí, la gente se ríe de lo mismo. Las dificultades, los problemas y el fracaso humano ocurre en todo el mundo. Una persona resbalándose funciona en todas partes, aunque algunos quieran ayudar, otros se asusten...

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