La cuenta atrás Este mes llegan a su fin las obras de remodelación del flamante coliseo

La nueva cara del Echegaray

  • Han pasado 77 años desde que el cine abriera sus puertas y, en cuestión de días, este espacio pasará a ser un teatro municipal, de unas 300 localidades, innovador y versátil

Tras años de espera, el final de las obras de remodelación del futuro Teatro Echegaray es ya cuestión de días. La dirección facultativa de la obra está dando los últimos retoques a un edificio que guarda la esencia de los años treinta en su fachada y vestíbulo y convierte su interior en una sala escénica innovadora y versátil. Butacas de colores radiantes, con maderas de jatoba en el zócalo y de cerezo en el resto, sistemas para poder hacer representaciones a la italiana o en arena -con el escenario rodeado por las butacas- y una maquinaria escénica con un diseño específico. Éstas son algunas de las claves del nuevo y flamante Echegaray, un proyecto que puso en pie un arquitecto singular, Francisco Peñalosa.

La muerte de Peñalosa el pasado 22 de agosto no dejó huérfana su obra más mimada. Su hijo Borja y su amigo Salvador Moreno Peralta -también firmante del proyecto junto a César Olano- recogieron el testigo y en estos meses le han terminado de dar forma. De hecho, el pasado martes retiraron las mallas de protección de la fachada, que también estrena iluminación. 77 años después de que el cine abriera sus puertas con una gran fiesta en las que puso cócteles Perico Chicote y se proyectó El favorito de la guardia, este espacio se recuperará para la ciudad de manos del Ayuntamiento. Se estima que el Consistorio dote de programación al teatro en la próxima temporada, a partir del otoño.

La remodelación del futuro teatro ha tenido dos patas principales. La primera de ellas, la conservación y puesta en valor de la parte noble del edificio que diseñó el arquitecto Manuel Rivera Vera, autor también del Ayuntamiento de Málaga y el Antiguo Banco Hispanoamericano. La fachada y el vestíbulo han sido las principales señas de identidad sobre las que ha girado esta rehabilitación. Se han recompuesto todas las molduras decorativas, muy deterioradas y se ha realizado un importante trabajo de ebanistería, en las puertas, que fueron sustraídas y se han tenido que rehacer, en madera de zipo, o caobilla, según el modelo original.

En el vestíbulo se ha cambiado el color de las molduras hacia tonos más alegres, y de los marrones se ha pasado al verde musgo. También se han reducido los dorados en los estucos en los frontones y, como otra de las principales actuaciones de recuperación, se han rescatado las vidrieras de la casa Maumejean, fundada en París en 1860. Éstas, que estaban en el interior de la sala del cine, se han instalado en los rellanos de las escaleras laterales, "retroiluminadas para producir, con el efecto de la transparencia, que detrás hay aire, espacio, y no las apretadas medianerías de los edificios colindantes", dijo Salvador Moreno Peralta en una conferencia la pasada semana.

Pero como en la nueva cocina, el sabor principal del Echegaray consiste en la mezcla de lo antiguo y tradicional con la vanguardia arquitectónica en espacios escénicos. De las escayolas, las balaustradas, las cristaleras art decó, la caoba y el mármol el visitante accederá a una sala de unas 300 localidades en las que se ha cambiado la orientación y el escenario se encuentra en la parte contraria de la antigua pantalla de cine. Así, adyacente a la caja escénica está el cuerpo edificado de la calle Moratín, una especie de salida lateral por donde poder poner la carga y descarga, camerinos y entrada de actores.

Las butacas son retráctiles y se han dispuesto dos anfiteatros, en forma de C, rememorando el espíritu del Corral de Comedias de Almagro. Este sistema permitirá dejar despejado el patio de butacas. "Los petos son de madera para crear un ambiente cálido y acogedor", explicó Moreno Peralta.

La escena, si se dispone a la italiana, ocupa la mitad del espacio del teatro y todo está concebido para dos objetivos: una gran versatilidad en el montaje de producciones escénicas y una gran proximidad entre los espectadores y la escena. La caja escénica mide 15 metros de ancho de hombros y 19 de ancho de boca. El fondo de escena es variable, entre los 6 y los 9,5 metros.

Los sistemas de iluminación, decorados y tramoya cubren la mitad del espacio para hacer posible la versatilidad de la escena. "Podemos incluso dejar todo recogido para que, por ejemplo, el público pueda disfrutar de pie de un espectáculo de la Fura dels Baus", comentó el arquitecto, que también adelantó los cambios en el proyecto inicial en relación a la parte arqueológica.

Del informe que dejó el arqueólogo Antonio Rambla (fallecido recientemente) se deduce que el proceso histórico documentado arranca de época tardo-romana (siglo V), localizándose, a cinco metros de profundidad una factoría de salazones con las conocidas piletas que cubrían casi por completo la superficie del edificio. El siguiente estrato, ya del siglo VI, está asociado a un uso residencial y doméstico, correspondientes a la época bizantina.

Peñalosa hizo un anteproyecto de instalación subterránea para poder contemplar los vestigios (a la manera del Museo Picasso), pero la cimentación de los edificios colindantes era mucho más superficial de lo esperado, de manera que no podía permanecer el hueco de la excavación abierto sin riesgo de derrumbe. Esa circunstancia determinó que los vestigios, una vez analizados se ocultarán, renunciándose a hacer el sótano para no destruirlos. Ello dio lugar, pues, a una modificación del proyecto original sin merma alguna del espacio teatral propiamente dicho.

Como recordaba Moreno Peralta, el alma mater de este proyecto, Francisco Peñalosa, no podrá admirar su gran obra; pero en el nuevo Echegaray, "para provecho de la ciudad y consuelo de sus amigos, se sigue notando su estímulo".

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