Deportes

Sevilla, Sevilla, Sevilla

CUANDO veo un Málaga-Sevilla como el de ayer, no puedo evitar recordarle a mis amigos sevillistas, que son varios, que le tienen que agradecer al Málaga de por vida lo que son hoy en día. Entonces, ellos se ponen a reír. Luego yo lo argumento y no pueden evitar decirme "es verdad, tienes razón".

Antes de darle mis explicaciones siempre empiezo el relato con una anécdota en forma de sensación que me marcó en el corazón de mi vida futbolística. Corría el año del ascenso a Primera, en la temporada 98/99, y nos tocaba jugar contra el Sevilla en Sevilla la primera vuelta. Yo estaba recién llegado a España, llevaba un año escaso y no sabía bien qué era eso de un derbi entre el Málaga y el Sevilla. Ya en el viaje veía la cara de mis compañeros y del entrenador más tensa que descostumbre, así que me dije: "Es un partido importante, debe ser eso".

Cuando llegábamos al vestuario siempre hacíamos una batucada De los Santos, Sandro, Zárate y yo para ir metiéndonos en el partido. Sin embargo, en éste veía que nadie empezaba. En esas llegó el viejo, Peiró, y nos dijo: "¿Qué pasa, están cagados y por eso no hacen ese ruido de todos los domingos?". Y ahí percibimos que el nerviosismo se estaba apoderando de nosotros.

Empezó el partido en el Pizjuán repleto de sevillanos, menos un rinconcito con unos 3.000 malagueños que ni se escuchaban. Empezó el partido y, pum, 0-1 de Catanha. Y luego, pum, el 0-2, también de Catanha. Entonces me convencí, esto ya lo ganamos. Pero el Sevilla empezó a apretarnos y dejó de ser tan fácil como parecía. Había que correr más de la cuenta, pero el equipo respondía.

"Cámbiese, que va a entrar", me dijo el viejo entrando la segunda parte. Me puse eufórico, entré y vi que el ritmo era infernal. Se sentían esas 40.000 personas alentando sin parar a un Sevilla que no podía con nosotros. Pero insistían y no dejaban de animar. En esas, y aquí viene lo importante, metimos el 0-3 y de repente lo único que se escuchaba es "que bote, que bote, que bote La Rosaleda". En ese instante, yendo hacia el centro del campo caminando, llegué a vivir una de las sensaciones más lindas que me dejó el fútbol: ¡callamos el Pizjuán! Y aquello parecía La Rosaleda. Eso es algo inolvidable.

Contada la anécdota, vamos a por qué el Sevilla nos tiene que agradecer de por vida lo que son en este momento. Esa misma temporada, el último partido de Liga, con nosotros ya ascendidos, eran contra el Sevilla en casa. Si ganaban, jugaban la promoción para ascender a Primera. Nos ganaron 0-1 con gol de penal de Tsartas y, a partir de ese partido, lograron el ascenso y no pararon de crecer hasta lo que son hoy, un gran club de fútbol. Pero aquí he de confesar una cosa a todos los malagueños: muchos fueron los rumores sobre ese partido, que si estábamos vendidos, que si el Sevilla lo había comprado, que si estábamos de fiesta y no dábamos la cara, que si ya no metíamos la pierna...

Nada más lejos de la realidad: en ese último partido estábamos como locos por ganar el partido como fuera. Primero, porque era el Sevilla y un derbi es un derbi; y segundo, porque había otros tres equipos que se peleaban por ese puesto con ellos; es decir, que con sólo empatar nos podían caer regalitos del cielo. Por eso les digo a los malagueños que no hubo nada de nada, sólo que el Sevilla nos ganó y punto.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios