La ciudad y los días

carlos / colón

Una situación intolerable

CUARENTA mujeres asesinadas en lo que va de año; y de ellas cuatro en los últimos tres días. No sólo se trata de machismo. Se trata de educación en valores. El machismo es una consecuencia del fracaso de la educación en conocimientos; pero, sobre todo, en valores. Insisto en el "sobre todo" porque el conocimiento por sí mismo -la sabiduría, la cultura, la erudición, el dominio de las artes y las ciencias: llámenlo como quieran- no garantiza nada en muchos casos.

Ser el más importante filósofo del siglo XX no le impidió a Heidegger sucumbir al nazismo. Cuando Karl Jaspers le reprochó su fascinación (y la de Alemania) por el grosero, inculto, violento, antisemita y totalitario Hitler, Heidegger, tras afirmar que existía una conspiración judía para adueñarse del mundo, le dijo con respecto a la incultura de Hitler: "La cultura no importa, Karl. Mira sus maravillosas manos". Basta ver en un documental la grotesca gesticulación de Hitler para comprender, vista la fascinación de Heidegger por sus manos, que la inteligencia, aún la más deslumbrante, no protege de nada. Podríamos citar a Gorki, su servil culto a Stalin y su labor represora como presidente de la Unión de Escritores Soviéticos. O a Céline, tan gran escritor como repugnante nazi antisemita, por nombrar solo dos grandes talentos fascinados por el mal.

Es la educación en valores éticos consensuados como universales -urge este acuerdo entre izquierda y derecha, creyentes y ateos- lo único que puede detener este horror. Las actuaciones policiales y judiciales, la vigilancia y el endurecimiento de las penas, son necesarias pero insuficientes. A la vista está: tras todo lo legislado y las campañas de concienciación el balance es de 40 asesinatos en ocho meses y cuatro en tres días. Hay que ir a la raíz. Y ésta es el respeto por la vida humana, el convencimiento -íntimo y verdadero, no retórico y políticamente correcto- de la igualdad entre hombres y mujeres, el rechazo de la violencia [verbal, psicológica y física] como solución de conflictos. No se trata de educación para la ciudadanía (que también), ni de conocer las propuestas éticas del judeocristianismo (que también), sino de educación para la humanización del ser humano a través de ese íntimo convencimiento que logra reprimir los instintos bestiales o primarios. Eso que llamamos, en el pleno sentido de la palabra que incluye los valores éticos, educación.

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