La ciudad y los días

carlos / colón

La frontera del terror

EL 12 de agosto leíamos que "Europol alerta a España de un posible atentado yihadista indiscriminado" y el 9 de septiembre que, según el secretario de Estado de Seguridad, se había elevado un grado la alerta ante el peligro de atentado islamista en España, incrementando de baja a alta la intensidad de la amenaza terrorista. El 22 de septiembre leíamos que el mismo secretario de Estado de Seguridad afirmaba que España permanece alerta ante la amenaza del Estado Islámico, pero que aquí no es tan elevada. El 7 de octubre el Consejo Asesor de Seguridad Exterior del Departamento de Estado norteamericano alertaba sobre la fragilidad de Ceuta y Melilla a causa de la facilidad con la que se accede a ellas desde Marruecos, aprovechada por las redes que reclutan extremistas en este país que ha aportado entre 1.500 y 2.000 combatientes al Estado Islámico, la mayoría residentes en Castillejos, Tetuán o Tánger, a dos pasos de la frontera ceutí. El pasado domingo el ministro de Asuntos Exteriores advertía que "existe un riesgo cierto de que se genere un corredor yihadista desde el Atlántico hasta el Índico", lo que supondría que España "acabaría siendo frontera de movimientos islámicos extremistas que pondrían en riesgo nuestra seguridad".

Alta posibilidad de atentado en agosto y principios de septiembre, bajo nivel de alarma a finales de septiembre, grave riesgo para nuestra seguridad en octubre. ¿En qué quedamos? "Tal vez la sociedad española -se escribía en nuestro editorial del domingo- no es totalmente consciente, a pesar de haber sufrido el brutal atentado del 11-M, del grave peligro que supone para su vida y su libertad la existencia y actividad del terrorismo islamista. Por la proximidad geográfica, por la historia y por las propias amenazas expresas de los yihadistas en sus variadas formas de manifestación, España está en la frontera del terror y no puede desentenderse de esta realidad".

No conviene generar alarma. Pero tampoco engañarse. Tras ser neutral en las dos últimas guerras mundiales, España podría sufrir el síndrome de Don Tancredo, creyéndose que las grandes conmociones de la historia no le afectan si se queda quieta; o que, como hacen los niños, basta cerrar los ojos para conjurar un peligro. El atentado del 11-M fue despachado por muchos culpando a Aznar y su apoyo a la guerra de Iraq. Esta manipulación ayudó a difuminar el cierto y próximo peligro yihadista.

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