Así Así debimos pensar la mayoría de los españoles cuando observamos que alguien tenía la inmensa suerte de tomarse un permiso remunerado de 5 días, fuera del periodo vacacional, y por amor. Debe ser esa envidia nacional, tan nuestra, a la que le impresiona que las personas de altos vuelos tengan la inmensa suerte de hacer con su tiempo lo que les venga en gana. Ojalá todos tuviéramos esa dicha, pero tendremos que seguir trabajando y soñar con que algún día nuestros políticos rindan cuentas a quienes les pagamos o, al menos, nos devuelvan lo cobrado indebidamente.

Si alguien creía que en las manifestaciones del 1 de mayo los sindicatos iban a exigir un periodo de 5 días remunerado para todo el que quisiera reflexionar, estaba muy equivocado. Las reivindicaciones laborales desaparecen cuando surge el culto al líder, y la presencia de una docena de ministros en las manifestaciones no iba a ser menos. Que tiempos aquellos en que las centrales sindicales se enfrentaban a los gobiernos de turno, cuando los trabajadores se sentían defendidos frente al poder, fuese del color que fuese, porque nunca un sindicato haría seguidismo de consigna política alguna. Pero ya van quedando pocas personas, y aún las hay, que pongan la capacidad de negociación y la defensa de los intereses de los trabajadores por encima de todo. En una España tan politizada y polarizada, se echa de menos las organizaciones que anteponen el bien común, así que habrá que seguir creándolas.

El amago de dimisión presidencial ha generado tres escenarios claramente diferenciados. Para los seguidores, nuestro presidente ha sido San Pedro Mártir, coincidente en el santoral con el día que tomó su decisión. Para sus detractores, ha sido Pedro el Cruel, implacable pero trastornado por sus historias de amor. Pero para gran parte de la población empieza a parecer Pedro y el Lobo, el que tanto engañó a sus paisanos, que cuando dijo la verdad nadie le creyó. Por tanto, a nadie parece dejar indiferente la actual situación, y los resultados electorales europeos demostrarán si fue una buena estrategia o la peor de las decisiones para el partido del gobierno. Y en estos tiempos de tantas tribulaciones y tanta obsesión por hacer cualquier cosa estrambótica para recuperar el terreno electoral, conviene recordar la famosa frase de Mahatma Gandhi: “Más vale ser vencido diciendo la verdad que triunfar por una mentira”.

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