La esquina

josé / aguilar

El regreso de las bolsas

EN la investigación sobre la trama corrupta que tiene como epicentro al ex número dos del PP de Madrid, Francisco Granados, ha aparecido un testigo directo de cómo y cuándo éste cobraba las comisiones de las empresas sobornantes: en bolsas que le entregaban en el transcurso de cacerías celebradas en una finca toledana. Concretamente, en La Parrilla, en el término municipal de Los Yébenes.

¡Qué poco glamour, por Dios! Los paraísos fiscales, la ingeniería financiera y la falsificación de facturas vendrían después a dar apariencia de normalidad al latrocinio, pero el abono durante una cacería supone un salto vertiginoso al pasado. Remite directamente a La escopeta nacional, a un escenario casposo que está pidiendo a gritos un Berlanga que lo inmortalice y un Sazatornil que lo sazone de la picaresca y el tráfico de influencias de la era franquista.

¿Y qué me dicen de las bolsas? Esto de las bolsas es un clásico de la corrupción patria. Tiene que ver con el origen oscuro del dinero: el cobro de mordidas por trucar un concurso público o engrasar a los alcaldes y funcionarios que deciden una adjudicación no puede de ninguna manera instrumentarse a través de cheques o transferencias bancarias, con sus molestos rastros. La bolsa interviene aquí como envoltorio material de la ilícita pastizara y envolvente intelectual de su significado.

Es un clásico, ya digo. Hace treinta años un empresario-conseguidor le llevaba bolsas con muchísimas pesetas a un tesorero del PSOE como pago agradecido de los suministradores de material al sistema público de salud beneficiarios de las contratas concedidas por la Junta de Andalucía (esto me lo contó él). Un abogado de postín tuvo que cargar con varias bolsas con el mismo contenido para cobrar su minuta por representar al tristemente afamado presidente de un equipo de fútbol (también me lo contó él). Un torero de valor temerario y poco arte contaba que buena parte de sus emolumentos los recibía igualmente en bolsas de basura de las que se aprovisionaba su parentela entera. Dinero negro o gris sustraído a las aviesas miradas de Hacienda.

Granados y sus cómplices han resucitado, si es que alguna vez murió, la bolsa repleta como complemento y broche de su modus robandi (operandi, quiero decir). Ocurría en la finca La Parrilla. ¿Parrilla? Eso me recuerda al intermediario de los EREs, Juan Lanzas, que según su familia tenía dinero como "para asar una vaca".

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