Por si acaso

pablo / gutiérrez-alviz

Dos monjas y un destino

HAY que ser muy injusto para no reconocer la gran labor que realizan las monjas en muchos ámbitos de la vida: asistencial en asilos y con gente necesitada, sanitaria en hospitales y misiones; educativa en colegios, conservadora del patrimonio artístico en conventos, gastronómica con su espléndida repostería, sin contar la estrictamente religiosa en sus comunidades y congregaciones. Tienen su genio y cometen errores, como cualquier persona; incluso parece que una pudo estar implicada directamente en una red de captación de recién nacidos para entregarlos en adopción sin consentimiento de los progenitores.

Durante las últimas semanas he visitado distintos conventos para autorizar la firma de poderes electorales de religiosas enfermas y en uno le pregunté a la hermana portera -la más mundana y habladora- por las madres Forcades y Caram. No sabía quiénes eran: "Apenas si veo el telediario". Le tuve que explicar que son dos monjas (compañeras, diría un moderno) de clausura, que viven en Cataluña, una nativa y otra de origen argentino, que quieren hacer carrera política. La Forcades, independentista de izquierda que, como médico, denunció un presunto negocio fraudulento del Gobierno con las empresas farmacéuticas por el asunto de las vacunas de la gripe A; y la Caram nacionalista de derechas y telepredicadora de la cocina. Por pudor no me atreví a decirle que esta segunda, en un acto público, declaró su amor al también presente Artur Mas y que, además, se autocalifica como una monja cojonera.

Estas monjas que aspiran a ser presidentas de la Generalidad deberían o volver a sus clausuras y, en su caso, hacer crema catalana o colgar los hábitos y salir a la calle sin aprovecharse de su estatus religioso. Hay dos precedentes ridículos en el clero catalán: el del mosén Xirinacs, que iba de Gandhi autóctono siempre sentado en la plaza de San Jaime y el del histriónico padre Apeles, que no era más que un doble de Gurruchaga pero en delgado y con alzacuellos.

Algunas mujeres de la vida política podrían pasar por monjas salidas: Carmena, abadesa; Barberá, sacristana; Rudi, refitolera (encargada del comedor) Villalobos, hortelana; Colau, novicia; y Rahola, portera;

-Oiga, ¿y quién sería la ecónoma?

-Pues Marta Ferrusola, por supuesto, que con una simple herencia fíjese como ha puesto a todo el clan Pujol.

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