PARA mí, el verdadero descubrimiento de este Mundial de fútbol ha sido Vicente del Bosque. En un país tan hosco y maleducado como el nuestro, es un honor colectivo tener a este hombre al frente de la selección de fútbol que ha ganado el primer campeonato del mundo de nuestra historia. Porque Del Bosque ha demostrado un aplomo, una sangre fría y una delicadeza en el trato que no son fáciles de encontrar en la gente que tiene mucho poder (y él lo tiene). Yo no sabía que Del Bosque tenía un hijo con síndrome de Down, pero cuando lo supe descubrí por qué este hombre me caía tan bien. Seguro que fue su hijo Álvaro el que le hizo aprender a tener paciencia. Y seguro que fue su hijo quien le enseñó a sacar lo mejor de los demás (y también de sí mismo), porque Del Bosque sabe que el lenguaje más eficaz está hecho de sutileza y de autoridad: esa autoridad natural que surge de quien quiere a los suyos, aunque sean sus subordinados, y está dispuesto a sacrificarse por ellos.

Vicente del Bosque se parece un poco a Fortunio Bonanova, aquel actor mallorquín que se fue a Hollywood e hizo de profesor de canto en Ciudadano Kane. Por eso tiene un aire de caballero anticuado que se empeña en ponerse de pie cuando una mujer entra en la sala. Y por eso cultiva una especie de elegancia sobria que encaja muy mal en esta época ostentosa y partidaria del mal gusto. El secreto de Del Bosque es que conoce muy bien el valor real de cada persona que se le pone delante. Detecta en seguida a los fantoches, al mismo tiempo que descubre con una simple mirada el talento oculto de ese chico tímido que no se atreve a asomar la cabeza. Ése es su estilo. Ésa es su forma tranquila de actuar.

"Ganar no es difícil; lo difícil es saber ganar". Esta frase -que es tan sosegada y tan sabia que podría ser de Montaigne- la pronunció Vicente del Bosque en la noche de la celebración del Mundial. Y la pronunció en medio de los gritos y los cohetes de la celebración, justo en el momento en que la gente que grita y dispara cohetes quiere oír todo lo contrario. Pero nada de eso alteró a Del Bosque, que subió al escenario y en voz baja, sin alterar el gesto, dirigió a la muchedumbre esa frase que todo político debería tener grabada en su despacho: "Ganar no es difícil; lo difícil es saber ganar".

Me gustaría que nos acordáramos de Vicente del Bosque durante el Debate del estado de la Nación. Cuando nuestros políticos se embarquen en su ping-pong habitual de monsergas pueriles y de argumentos sectarios que ninguna persona inteligente se puede tragar, deberíamos tener presentes la sensatez y la prudencia de Del Bosque. Es una desgracia que nuestra clase política no tenga la autoridad moral de este hombre. Nos acordaremos de él cuando nuestros políticos tomen la palabra.

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