Mucha atención al trabajo de Macarena Sanz en la película escrita y dirigida por David Trueba Un hombre bueno. La más parecida de las que ha dirigido hasta la fecha de las que realiza su sobrino Jonás. Trata de una pareja con una hija, que realiza una escapada a un lugar idílico de Mallorca a llevar a cabo su particular terapia antes de su separación. La película, como reconoció la actriz, podría ser perfectamente una obra de teatro. Es un diálogo constante. Preciso. Casi literario. Preñado de frases contundentes, sentencias, réplicas muy bien pensadas y respuestas siempre inteligentes.

Se podría decir, hasta cierto punto, que se trata de un cine afrancesado, sea dicho en el mejor sentido de la expresión. Pero lo que viniendo de los franceses (lo veamos en versión original e incluso en versión doblada) suena creíble y nada impostado, en el contexto del cine patrio se convierte en una rara avis difícil de encajar. De ahí el enorme valor del trabajo de Macarena Sanz, que con su enorme naturalidad y aparente sencillez dota a Un hombre bueno de una verdad que sin su concurso sería imposible de asumir. Ella es la que impone verdadera luz, rostro, cuerpo y alma a un libreto que, sobre el papel, no dejaría de ser un texto muy bien escrito por un guionista inspirado. Recuerdo que Mateo Gil junto a Xisela López escribieron en 2008 Di me que yo, un cortometraje que en forma de parodia compendiaba todos los clichés del cine romántico partiendo de un diálogo lleno de tópicos entre dos personajes sin nombre (él y ella) que acaban de romper con sus parejas. Las relaciones darán para infinitas historias. Pero siempre que haya una Macarena Sanz dándoles rostro volverán a ser inéditas y emocionantes.

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