Constitución

Con nuestra clase política y con la intoxicación ideológica, cualquier Constitución futura será mil veces peor que esta

La fiesta del día de la Constitución va a ser una celebración especialmente triste, y más lo serán las que le vengan en los próximos años, si es que se sigue celebrando la fiesta, cosa más que dudosa. Cualquier persona medianamente inteligente –¿queda alguna?– sabe que esta Constitución tiene los días contados porque sus enemigos están en el gobierno y son aliados del gobierno y son dueños de las decisiones del gobierno. De los socios nacionalistas y de su odio visceral a la Constitución de 1978 no hay nada que decir: ellos mismos son los primeros en manifestarlo sin que pierdan ocasión de hacerlo, cada vez de forma más ruidosa y maleducada e indecente. Ahora mismo están obligando al gobierno a negociar en Ginebra como si fuera un intercambio de espías en plena guerra fría: mayor humillación a todo lo que representa nuestra Constitución no se ha visto en mucho tiempo (pero no se preocupen, porque las que vendrán dentro de nada serán aún mucho más insultantes). En este sentido, las esperanzas que podemos sentir son nulas.

Y tampoco hay ningún indicio esperanzador por el lado del gobierno de coalición supuestamente progresista. La mitad del Gobierno representada por Sumar no acepta de verdad la Constitución ni la quiere ni parece que la respete mucho. Para cualquier militante de Sumar sería mucho mejor, seguro, una Constitución bolivariana que impidiera la alternancia política y la libertad de prensa y la separación de poderes y todas esas estúpidas paparruchas heteropatriarcales y burguesas. Y en cuanto a nuestro apolíneo caudillo Sánchez, todos sabemos que sólo respetará la Constitución en la medida en que le sea útil (y evidentemente, cada vez le va a resultar menos útil). En fin, que no estamos para celebraciones, así que la fiesta de hoy será una fiesta melancólica, una fiesta de despedida, como las de esas parejas que ponen por última vez su canción favorita antes de decirse adiós para siempre.

Parece mentira tener que decirlo, pero cualquier Constitución futura que se redacte en el clima de enfrentamiento tóxico que vivimos y con la calamitosa clase política actual será mil veces peor que esta. Parece mentira decirlo, pero ni nuestra prensa de servil obediencia norcoreana, ni nuestros grandes intelectuales, ni nuestros actores ni nuestros influencers se han dado cuenta. Y así vamos.

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