Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Felicidad en tiempos de crisis

DE acuerdo, el mundo no volverá a ser lo que era. La Bolsa vale la mitad que hace un año y sube el paro. Pero quedan muchos motivos para ser feliz. En primer lugar, por comparación. Un amigo, que acaba de volver de Senegal, intenta explicar lo que es la miseria extrema. Pero no consigue hacerse entender. Después está la salud. He seguido las operaciones quirúrgicas que ha sufrido Severiano Ballesteros. Un deportista rico, guapo, triunfador, joven a sus 51 años. Sobrecoge la fragilidad de la salud humana y la escasa utilidad del éxito o la riqueza en esas circunstancias.

Y en tercer lugar, hay un sinnúmero de actividades gratuitas o muy baratas que están al alcance de todos y producen enormes satisfacciones. Darse una vuelta con los amigos, a pie o en bici. Una buena tertulia. La amistad, el amor (y, dicho sea de paso, el sexo). Contemplar la naturaleza, el sol que se levanta por el horizonte en el mar, una puesta de sol tras las montañas. Oír la música que nos emociona; en el peor de los casos, siempre nos quedará la música. Leer un libro apasionante, o un buen periódico, que los hay. Oír nuestra radio favorita. Ver un buen programa de televisión, que los hay. Hacer un trabajo, remunerado o no, bien terminado. Ir al cine, navegar por internet, realizar alguna tarea altruista y solidaria, hacer senderismo, preparar una paella para la familia...

También hay acontecimientos que nos producen grandes alegrías, aunque no hayamos aportado esfuerzo alguno. Por ejemplo, los triunfos deportivos de nuestros atletas o equipos preferidos. Como los que tuvo Seve Ballesteros y ahora un Nadal, un Fernando Alonso, una selección nacional de fútbol o baloncesto, un Cajasol que le gana ayer al Real Madrid en Madrid, un Betis que escapa de la cola con su segundo triunfo, un Málaga que encadena cuatro victorias seguidas y se mete en zona Uefa, un Huelva que consigue un empate ante el imponente Valencia.

Cada uno puede añadir de su cosecha otros motivos para ser feliz. Personalmente me complacen cosas muy diversas: un bebé que venga al mundo y pueda salvar la vida de un hermano incurable; un juez que castigue con multas millonarias la intromisión de los medios basura, que los hay, en la vida privada de la gente; o que vaya por delante en las encuestas un candidato como Obama, que hará historia si llega a la Presidencia de Estados Unidos.

Ahora que lo pienso, esta historia ya está escrita desde 1927, dos años antes de la gran depresión del siglo pasado. Y mucho mejor, por cierto. Por Max Ehrmann en su famosa Desiderata, alrededor de la idea de que el universo marcha como debiera. "Aun con toda su farsa, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Sé alegre; esfuérzate por ser feliz". Eso es.

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